“Un corazón que ve y actúa”: Francisco Maya, director del departamento de Doctrina Social de la Iglesia de Mérida-Badajoz
Nos movemos en un escenario de crisis generalizada, donde la pobreza se hace más extensa y generalizada. Los ricos más ricos y los pobres cada vez más pobres
Está en juego la dignidad de la persona humana, el Concilio decía que es la persona humana la que hay que salvar. Es la sociedad la que hay que renovar. Por eso estamos llamados a considerar al prójimo como otro yo.
Tenemos que partir de nosotros mismo y hacernos cargo de los hermanos que están a nuestro alrededor. Hay que hacer una lectura creyente de lo que está sucediendo. Para él nada es indiferente.
- Leer con ojos de fe la crisis.
La realidad, en especial la de los más vulnerables, es lugar de la encarnación donde Jesucristo continúa habitando en nosotros.
La Iglesia en y para el mundo, está llamada a servir a la humanidad, la Iglesia ha de mirar y analizar cuanto acontece en esta realidad con ojos y mirada de fe.
La lectura creyente de la realidad es un instrumento dinámico para la comprensión o lectura de los acontecimientos de nuestro mundo, para llegar a la interioridad de nuestro ser, para encontrar al Dios vivo de Jesús y para la transformación de las personas y de las estructuras. Nos hace capaces de detectar su interpelación y su entrega en la vida de cada día. Queremos tomar nuestra vida y la del entorno en las manos, para situarla a la luz del plan de Dios. Y restablecer todas las cosas en Cristo (Col 1, 10. 15-20)
- La caridad en la verdad. Conmoverse y reconocer al otro.
¿Qué es el hombre para que te acuerde de él, el ser humano para mirar por él…” (salmo 8, 5)
Las personas que pasan por nuestras cáritas no son meros usuarios a los que atendemos, son nuestros hermanos. La caridad sin duda conlleva inevitablemente volver la mirada hacia el hermano, sobre todo hacia aquellos que más están sufriendo. ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4, 9). La primera estrategia que hemos de proponernos para hacer que la caridad sea realmente una caridad transformadora es la pedagogía de los sentimientos. “No se puede ser sensible y permanecer inactivos”. Quedar afectado es un asunto más radical que la propia indignación. Y para ello es necesario el ver “exterior” que nos lleva al ver “interior” con una historia dolorida, con sentimientos, con unas exigencias de dignidad. “A veces para no podemos ver a las personas porque nos ponemos vendas, familiares o de otros tipos” explica Maya.
Lo que está en juego es nuestra concepción de la persona humana y el ver “trascendente”, ver y reconocer al hombre como criatura de Dios, reconocerle como cima de la creación y cuidar de todas las dimensiones de su existencia. La fe en Jesucristo nos regala una mirada nueva, una antropología cristiana. Capaz de amor y capaz de libertad, el ser creado con el que Dios se identifica. El hombre aspira a una salvación integral y es un ser comunitario, abierto a la trascendencia.
En nuestro actuar como creyentes partimos de esta concepción de hombre, una concepción que nos lleva a ver más allá de lo evidente, de lo que vemos exteriormente. El primero de los grandes desafíos de la humanidad actual es la verdad misma del ser humano. “Hoy es preciso afirmar que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica” (CV 75). Jesucristo revela el misterio del hombre al hombre (cf GS 22).
El primer paso necesario para hacer la lectura creyente es estar inmerso en la realidad y ver con los ojos de Dios, sabiendo vincular la compasión con el reconocimiento de la propia capacidad y de la propia dignidad. De ahí, que Benedicto XVI diga que “el programa del cristiano –el programa del buen samaritano, el programa de Jesús- es un corazón que ve. Un corazón que ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia” (DCE 31, b)
3- Caridad socio-política. “implicación”, “transformación”
¿Qué has hecho de tu hermano? La sangre de tu hermano me está llegando al cielo) Gen 4, 10)
Hemos de analizar la realidad actual a la luz de la palabra de Dios y de la Tradición Eclesial, porque queremos enjuiciar cuanto está pasando no con criterios economicistas o de puro mercado, queremos escuchar a Dios y a la Iglesia en l aquí y ahora de nuestro mundo. En estos tiempos de emergencias, en la Babilonia que vivimos, la llamada de los profetas al compromiso por la justicia no ha de caer en vacío. Siempre la caridad ha de ir más allá de la justicia, porque –decía Benedicto XVI- “amar es dar, ofrecer de lo ‘mío’ al otro; pero nunca carece de justicia la cual lleva a dar al otro lo que es ‘suyo’ al otro; lo que corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo ‘dar’ al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con cridad a los demás, es ante todo justo con ellos” (CIV 6).
Y en esta implicación por vivir una caridad en relación y complementariedad ente la justicia y la caridad ‘es necesario instaurar un orden de justicia social, a fin de que la lucha contra la pobreza no quede reducida a un mero alivio de los efectos generados por un sistema regido exclusivamente por la ley del libre mercado, puesto al servicio del aumento de beneficios económicos a cualquier precio. Un modelo liberal de economía, sin los debidos correctivos sociales que evitan las injusticias, no puede ser aprobado éticamente hablando”: (CEPS, La Iglesia y los pobres 36, b)
Más importante que las cosas producidas por el ser humano que las produce: “El trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo” (LE 6) el mercado no es un fin en sí mismo. Se trata de un instrumento al servicio del desarrollo humano y de la humanidad en su totalidad (Cf. CiV 8, f)
Optamos por un modelo de sociedad en el que se busque un desarrollo de todo el hombre y para todos los hombres, y “no sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetara y promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluso los derechos de las Naciones y de los pueblos” (SRS 33)
El cristianismo está llamado a ser en la historia fermento eficaz de la instauración de la Humanidad Nueva, el Reino de Dios. Por eso, es necesaria la caridad social o política. Hoy podemos quedarnos en el “botiquín” –en la mera asistencia de la enfermedad social- y no llegar al “quirófano” o sanación radical de la enfermedad y sus causas. Hemos de evitar “reducir las comunidades acristianas a agencias sociales” (NMI 52)
El paso pedagógico que hay que preparar es precisamente esa conciencia social, estructural, del problema.
4- Caridad liberadora-sanante “Acompañar” “inserción”
¿Qué quieres que haga por ti? (Lc 18, 4)
El reconocimiento del otro se estructura sobre el “¿Qué quieres que haga por ti?” el amor da identidad, da valor, hacer que el otro se sienta como persona. Situarme como siervo, nunca como superior al otro.
Nuestro compromiso caritativo-social ha de conducirnos a: -no realizar una acción como la de los “bombero” apagafuegos, sin analizar los porqués que los producen; -iniciar procesos para acompañaren la “reconstrucción de dignidades”; -saber que la atención del otro es una forma de compartir fraterno que nos vincula con las otras personas en el proceso de acompañamiento: dar ‘no limosna humillante, sino compartir fraterno’ (NMI, 50); la dignificación nos introduce en el ámbito de los derechos y la justicia pero son un hito irrenunciable en nuestro horizonte de trabajo; -aplicar el Principio de subsiedariedad: asumir las propias responsabilidades. No trasladar a otros lo que nosotros podamos realizar.
La acción sociocaritativo-social que hemos de realizar ha de partir de los siguientes criterios: -darse a sí mismo de la gratuidad que trabaja sin descanso para constituir una sociedad en la que todas las personas y especialmente las más frágiles, vivan de manera digna: -una acción que hace partícipe a los excluidos; -que cuida y acompaña a los agentes sociales; que teja redes de “protesta y propuestas”, la necesidad de crear “alianzas” y tejer redes que vayan construyendo una sociedad nueva; – que implique a toda la comunidad; -una acción en la que se apueste decididamente por los último y no atendidos.
CONCLUSIÓN:
Como cristianos estamos llamados a vivir.
– Alimentar la esperanza desde Dios para llevarla a la vida y al corazón de los sufrientes de la crisis, como hicieron los profetas.
– Estar vigilantes para denunciar , como los profetas, la injusticia, venga de donde venga.
– Practicar la solidaridad a nivel personal y desde los ámbitos, grupos e instituciones en los que nos encontremos.
La carta de Tito nos pide que llevemos “una vida sobria, honrada y religiosa” (2, 1-12) una vida sobria con moderación, con austeridad… una vida honrada, con justicia: cumpliendo con los deberes tributarios, fomentando el trabajo bien hecho y la solidaridad en el mundo obrero. Una vida religiosa como orientación global de nuestra existencia que coloque el fundamento radical de la vida en Dios y centre nuestras ilusiones y energías en buscar el Reino de Dios y su justicia.
La Nueva Evangelización necesita testigos comprometidos que den la vida por los demás, encargándose, haciéndose cargo y cargando con los que no pueden caminar. El Papa Francisco nos está ofreciendo, desde el comienzo de su proclamación, signos de cómo ha de confesarse la de en el Cristo vivo desde la sencillez, la humildad, la austeridad, la preocupación, la solidaridad con los pobres y la oración. Llevemos a cabo aquello que el Papa Francisco nos pedía: custodiemos con amor y ternura la creación, la vida humana, la sociedad y la comunidad, buscando la verdadera perfección a la que nos invita siempre Jesús con su propia vida: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”.

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