El mundo en el que vivió el Maestro Ávila; un tiempo de esperanza y de ilusión
- Texto bíblico.
“Exulta, estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar, alégrate, tú que no tenías dolores de parto; porque la abandonada tendrá más hijos que la casada –dice el Señor-. Ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas, porque te extenderás de derecha a izquierda. Tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas” (Is 54, 1-3).
- Textos de San Juan de Ávila.
“Cristo fue predicado por los apóstoles en el mundo, y ahora lo es, acrecentándose cada día la predicación del nombre de Cristo a tierras más lejos, para que así sea luz, no sólo de los judíos que creyeron en Él, a los cuales predicó en propia persona, mas también a los gentiles” Audi Filia 111.
“Si los cristianos fuésemos perfectos guardadores de la Ley, que tenemos, cuyo principal mandamiento es el de la caridad, sería tanta la admiración que en el mundo causaríamos que… creerían que moraba Dios en nosotros” Audi Filia 34.
- Reflexión.
1. Introducción[1].
En determinadas épocas de la Iglesia surgen apasionantes necesidades que suscitan inquietudes que llevan a reanimar su auténtica realidad, su tesoro más preciado, la verdad del amor de Cristo en su pensamiento y acción, ante la relajación y el acomodamiento que a veces se da dentro y de fuera de ella. Como una corriente renovada y ardiente, que había desaparecido temporalmente bajo tierra, aparece la acción de Dios con una fuerza imparable en momentos de aparentes fracasos, desencantos y desilusiones. El cansancio del sacerdote ante la falta de resultados a corto plazo, no debe ser motivo para la desesperanza en su ministerio; la acción del Espíritu Santo a través de nuestra debilidad reconciliada es siempre fecunda y siempre actúa en la vida de los demás.
El Siglo de Oro español ha sido uno de estos momentos donde se llegó a armonizar lo secular y lo clerical, lo cultural y lo sagrado, lo mundano y lo cristiano; cuando la Iglesia se ha entendido en su originalidad al servicio de la sociedad, esta se ha beneficiado de ella. La Iglesia institucional, con la fuerza de la Iglesia espiritual, sacó del mundo lo mejor de sí mismo:
“[…] creemos que en aquella gran corriente de renovación espiritual de nuestro Siglo de Oro que, arrancando de la entraña del XV, cobra nuevo vigor con la reforma de Isabel y de Cisneros, rebulle en los círculos erasmistas e innovadores de Alcalá, se encauza en reformas como la del austero P. Hurtado, se enturbia en ciertos sectores iluministas, se remansa y aclara con la renovación teológica que inicia en Salamanca el Mtro. Vitoria, se refuerza con las huestes de Ignacio y va a desembocar, después de Trento, en la más exuberante floración mística que conoce la historia de la Iglesia, se ha silenciado hasta el presente la aportación de un gran maestro de espíritu […] Nos referimos al P. Maestro Juan de Ávila […]”[2].
2. La Escolástica y la Mística.
La reforma que se dio en España el siglo XVI, consistió en una lucha prolongada por juntar saber y sabor, ciencia y sapiencia, escolástica y mística. Francisco de Osuna en 1527 publica su Tercer Abecedario espiritual; el místico franciscano distingue dos teologías en su obra: la Escolástica o escudriñadora de conocimientos y la Mística o descubridora del amor escondido; ambas se ayudan y se complementan. El ideal sería poseerlas ambas a la vez.
La ciencia del saber (la Escolástica), que busca con la razón penetrar el misterio de la revelación y conseguir una mayor precisión en los conceptos y en el lenguaje, tendió a ser fría enseñando a disputar y a vencer, no a convencer. La reacción pendular en contra del verbosismo escolástico llevó al fideísmo protestante y al afectismo de las diversas vías de espiritualidad que se estructuraron con fuerza en la década del 1520 al 1530. Donde sólo cabe la humildad de la fe para mostrar a Dios convincentemente, se dio un abuso de la razón.
La ciencia del corazón (la Mística), que vive en la frontera del amor, ama más de lo que conoce porque busca con el deseo lo escondido del amor; no se ama lo que se entiende, sino que se entiende amando: “[…] el alma es tocada por Dios, recibe esa herida, lucha con Él en amoroso duelo y al fin lo hace prisionero”[3].
Por su planteamiento, la Mística, a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII se crearon incomprensiones, sospechas y desconfianzas hacia ella por parte de la Escolástica ante el peligro de posibles desviaciones, por la utilización de una terminología diversa a la tradicional y por la permanente amenaza de los alumbrados. Gracias a la Escolástica, la Mística española vivió un proceso de clarificación y de precisión; los mejores místicos españoles fueron insignes teólogos, por eso el anti-misticismo no prosperó.
La primera preocupación de la espiritualidad española del siglo de Oro fue la perfección individual como medio de reforma eclesial ante el marcado individualismo del renacimiento y del nominalismo español. Se comienza por la reforma del corazón ante Dios; desde ahí se extiende a todo el hombre integrando sus sentidos y potencias desde el centro de su interior, hasta llegar a la comunidad eclesial y a la sociedad. Ese hombre nuevo realizará la reforma in capite et in membris. Este movimiento renovador se avivó a través de una serie de acontecimientos sociales y decisiones personales: Carlos V se retira a Yuste y Francisco de Borja entra en la Compañía de Jesús.
3. El Descubrimiento de América.
La evangelización de América y de Filipinas (más de 15.000 misioneros fueron enviados a estos continentes) se dio gracias a la vitalidad de la Iglesia y a la floración de muchos santos y reformadores que vivían una fe con frescura y hondura llegando a ser motores de otros muchos que les siguieron: San Ignacio de Loyola, Luis de Granada, el Beato Orozco, Santa Teresa de Jesús, San Pedro de Alcántara, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Juan de Rivera, San Juan de la Cruz… y San Juan de Ávila:
“Hace quinientos años comenzó en las tierras de América el anuncio de Jesucristo, el Hijo de Dios “manifestado en la carne”, y el Redentor del hombre. Con la fe católica llegaba a aquellas culturas – en ocasiones acompañadas de rasgos inhumanos – una valoración del hombre y de la vida hechas de confianza y de amor. Fue la fe católica la que en América Latina produjo desde el principio un movimiento de defensa de los indios que luchó por sus derechos, creó un riquísimo mestizaje y dio lugar a unas hermosas formas de humanidad, de convivencia y de cultura, al injertar la sabia del Evangelio en las civilizaciones autóctonas. El mejor exponente de esa humanidad y de esa cultura son los santos, que en gran número han florecido, tanto entre los misioneros como entre los indígenas”[4].
El Papa Paulo III en la bula Sublimis Deus promulgada el 2 de junio de 1537, afirmaba que los indios, por el hecho de ser personas, tenían capacidad para la fe así como derecho a la libertad y a la propiedad de sus bienes; aunque no fueran creyentes, no se les podía privar de su libertad ni de sus posesiones, ni podían ser reducidos a servidumbre.
La afirmación de la dignidad de la persona humana firmemente defendida por los misioneros a lo largo de la evangelización, fue expuesta de manera sistemática por Francisco de Vitoria y por maestros de la Escuela de Salamanca, que con el Derecho de Gentes pusieron las bases de la moderna doctrina sobre el reconocimiento de los derechos humanos. La conciencia de la dignidad de la persona humana, que presidió la evangelización del Nuevo Mundo, evitó muchos abusos, mitigó otros, e hizo posible unas relaciones entre colonos e indígenas que no se dieron en la misma medida en otras partes del mundo[5].
La oración y la pobreza evangélica por amor de Dios constituyeron la base de la espiritualidad española del siglo XVI y de la acción de los primeros misioneros en el continente americano: “Con toda razón y propiedad, América da gracias al Señor por el don precioso de la fe católica que legaron primero España y después otras naciones”[6]:
“Los Treinta Pueblos Misioneros Guaraníes [las Reducciones del Paraguay] fueron un Proyecto español de los siglos XVII y XVIII, nacido por orden del Rey, orientado por las Leyes de Indias y entregado a los misioneros jesuitas por determinación Real. La riqueza de sus realizaciones, éxitos, glorias y también tragedias, le hacen merecedor de ocupar un lugar destacado en la Historia de España.
Recientemente la UNESCO los ha declarado “Patrimonio Cultural de la Humanidad” porque… representan una experiencia económica y sociocultural sin precedentes en la historia de los pueblos… Este título y honor otorgado a los pueblos misioneros de guaraníes y jesuitas, hoy en Argentina, Brasil y Paraguay, no sólo está condicionado a sus bellas ruinas, a su contenido arqueológico, artístico y arquitectónico, sino al hecho más importante de significar un alto grado de aculturación ejemplar, en el desarrollo de una comunidad indígena primitiva en los campos realmente importantes para el bienestar humano: vivienda, alimentación, vestido y trabajo, bajo la forma de una socialización cristiana”[7].
La evangelización de grandes poblaciones triunfó con un gran número de santos movidos por la pasión religiosa, una de las más profundas y más potentes pasiones humanas.
Todo momento histórico es el mejor momento, porque es el momento que nos toca vivir. Más que mirar tiempos pasados o aferrarnos al presente sin perspectiva histórica, más que esperar otros tiempos sin entregarnos en el aquí y el ahora, vale la pena vivir intensamente desde una razón iluminada por la fe. La vida de oración y el cuidado de la vida interior vence todo aburguesamiento y despierta el entusiasmo y el convencimiento que seduce a las nuevas generaciones.
- Meditación personal y pensamientos para la oración.
– ¿Creo en la fuerza imparable del amor de Dios hoy? Signos de la presencia transformadora de Dios en el mundo.
– ¿Qué he cultivado más en mi vida, el saber de la mente, el saber del corazón o ambos a la vez?
– ¿Qué nuevas posibilidades nos ofrece el mundo para la evangelización de hoy?
- Adoración eucarística.
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Esquema para los sacerdotes
Retiro 1
El mundo en el que vivió el Maestro Ávila; un tiempo de esperanza y de ilusión
- Texto bíblico.
“Exulta, estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar, alégrate, tú que no tenías dolores de parto; porque la abandonada tendrá más hijos que la casada –dice el Señor-. Ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas, porque te extenderás de derecha a izquierda. Tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas” (Is 54, 1-3).
- Textos de San Juan de Ávila.
“Cristo fue predicado por los apóstoles en el mundo, y ahora lo es, acrecentándose cada día la predicación del nombre de Cristo a tierras más lejos, para que así sea luz, no sólo de los judíos que creyeron en Él, a los cuales predicó en propia persona, mas también a los gentiles” Audi Filia 111.
“Si los cristianos fuésemos perfectos guardadores de la Ley, que tenemos, cuyo principal mandamiento es el de la caridad, sería tanta la admiración que en el mundo causaríamos que… creerían que moraba Dios en nosotros” Audi Filia 34.
- Reflexión.
Ante la relajación y el acomodamiento que a veces se da dentro y de fuera de la Iglesia, como una corriente renovada y ardiente, que había desaparecido temporalmente bajo tierra, aparece la acción de Dios con una fuerza imparable en momentos de aparentes fracasos, desencantos y desilusiones.
La Escolástica o escudriñadora de conocimientos (la ciencia del saber) y la Mística o descubridora del amor escondido (la ciencia del corazón) ambas se ayudan y se complementan: el ideal sería poseerlas ambas a la vez. La primera preocupación de la espiritualidad española del siglo de Oro fue la perfección individual, la purificación del corazón, como medio de reforma eclesial ante el marcado individualismo del renacimiento y del nominalismo español.
La oración y la pobreza evangélica por amor de Dios constituyeron la base de la espiritualidad española del siglo XVI y de la acción de los primeros misioneros en el continente americano: “Con toda razón y propiedad, América da gracias al Señor por el don precioso de la fe católica que legaron primero España y después otras naciones”[8]. La evangelización de grandes poblaciones triunfó con un gran número de santos movidos por la pasión religiosa, una de las más profundas y más potentes pasiones humanas.
- Meditación personal y pensamientos para la oración.
– ¿Creo en la fuerza imparable del amor de Dios hoy? Signos de la presencia transformadora de Dios en el mundo.
– ¿Qué he cultivado más en mi vida, el saber de la mente, el saber del corazón o ambos a la vez?
– ¿Qué nuevas posibilidades nos ofrece el mundo para la evangelización de hoy?
[1] Mucho de lo que está escrito en los primeros retiros consta en mi tesis de licenciatura: BOHIGUES FERNÁNDEZ, S., Pasión por la verdad. Comentario al Tratado sobre el amor de Dios de San Juan de Ávila. Tesina de Licenciatura de Teología Histórica, Facultad de San Vicente Ferrer, Valencia 2002.
[2] SALA BALUST, L., Prólogo, en “Obras completas del Beato Maestro Juan de Ávila”, BAC, Madrid 1952, pág. 29.
[3] ANDRÉS MARTÍN, M., Pensamiento teológico y vivencia religiosa en la Reforma española (1400-1600), en AAVV, Historia de la Iglesia en España. La Iglesia en la España de los siglos XV y XVI, T. III – 2- 1, BAC, Madrid 1980, pág. 345.
[4] TAGLIAFERRI, M. (Nuncio Apostólico de España y Comisario General del Pabellón), La Iglesia en América: Evangelización y cultura, Catálogo del Pabellón de la Santa Sede – Exposición Universal de Sevilla 1992, pág. XVIII.
[5] Cf. SODANO (Secretario de Estado de la Santa Sede), A., La Iglesia en América: Evangelización y cultura, Catálogo del Pabellón de la Santa Sede – Exposición Universal de Sevilla 1992, pág. XV.
[6] DE B. LÓPEZ, N. (Arzobispo de Santo Domingo. Primado de América), La Iglesia en América: Evangelización y cultura, Catálogo del Pabellón de la Santa Sede – Exposición Universal de Sevilla 1992, pág. XVII.
[7] PALACIOS, S. y ZOFFOLI, E., Gloria y tragedia de las misiones guaraníes. Historia de las Reducciones Jesuíticas durante los siglos XVII y XVIII en el Río de la Plata, Ed. Mensajero, Bilbao 1991, pág. 7.
[8] DE B. LÓPEZ, N. (Arzobispo de Santo Domingo. Primado de América), La Iglesia en América: Evangelización y cultura, Catálogo del Pabellón de la Santa Sede – Exposición Universal de Sevilla 1992, pág. XVII.

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