Una Nueva Evangelización tiene que aprender de los aspectos buenos y no tan buenos de la primera Evangelización. Vengo de una tradición de Evangelización y Espiritualidad que anima a “encontrar a Dios por encima de todo”.
Me temo que nosotros, los misioneros, no lo hemos hecho con la suficiente profundidad y, por tanto, no hemos enriquecido a la Iglesia Universal como la Iglesia se esperaba de nosotros. Hemos buscado los signos occidentales de la fe y la santidad y no hemos descubierto de qué manera ha obrado Dios en otros pueblos. Y eso nos ha empobrecido a todos. Hemos perdido de vista las claves, las perspectivas y los descubrimientos importantes.
Hemos aprendido del pasado cómo se puede comunicar de manera eficaz el Evangelio: el camino de la humildad, el conocer las limitaciones humanas cuando se trata de expresar el Espíritu, la sencillez del mensaje, la generosidad y la alegría al reconocer lo que es bueno y santo, nuestra vida como un factor de credibilidad, perdón y Reconciliación, el mensaje de la Cruz como renuncia de nosotros mismos.

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