Fiesta de la Sagrada Familia, A. 29 de diciembre de 2019. “Levántate, toma al niño y a su madre” (Mt 2,13.20)
Padre de los cielos, parece que el sueño es el espacio que tú prefieres para comunicarte con los hombres. Durante el sueño de Adán fue creada Eva. En sueños, hablabas a Abrahán, a Jacob y a José. En el sueño llamabas al pequeño Samuel. Y descifrando los sueños hacía historia Daniel.
En sueños revelaste a José de Nazaret tu plan de salvación para nuestra humanidad. Y en el sueño lo llamaste para que asumiera su responsabilidad y defendiera la vida de María y de José.
Bien sabemos que tú eres el Invisible, pero siempre cercano. Tú no te muestras indiferente ante nuestras tareas y ante nuestros proyectos. El sueño es el espacio y el tiempo en el que tú nos revelas tus planes sobre el mundo, sobre nuestra historia y sobre nuestra vocación.
Seguramente necesitamos estar libres de intereses y desocupados para que tú puedas llegar a nuestra conciencia. El sueño nos hace vulnerables. Tú nos llamas en el sueño para encontrarnos más abiertos e indefensos ante tu voluntad.
Pero el sueño no debe cerrarnos de nuevo en nuestros miedos o arrogancias. Tú nos llamas y esperas que aceptemos tus planes sobre el mundo y sobre nuestra pequeña historia.
A José de Nazaret le pediste generosidad para comprender el misterio de tu gracia y tu elección, el misterio de la vida inesperada, el misterio del amor inexplicable.
A José de Nazaret en sueños le pediste que no se durmiera en la tranquilidad que puede darnos muerte. Los sueños fueron para él un despertar a la realidad. Una urgente invitación a asumir una responsabilidad impostergable.
Soñar era y es para nosotros apresurarnos a defender los dones y tareas de la vida y la familia, del amor y la disponibilidad.
Por eso, Padre, soñar es para mí dejar de pensar en mí mismo y escuchar tu voz para que atienda a aquellos que tú amas. Amén.
José-Román Flecha Andrés
