La semana pasada ha sido noticia de portada en la VOZ DE GALICIA el hecho que cuatro personas hayan recibidos los sacramentos del bautismo, penitencia, primeras comuniones y la confirmación bajo el “Chapiteau” del circo Vienna instalado en Carballo.
Ayer mismo también se hacía eco del acontecimiento Radio Nacional en el programa “Ciudadano García” a través de una entrevista a un servidor.
Si bien es verdad que esto puede resultar un tanto exótico a los medios de comunicación para nosotros no es sino el hacer realidad lo que tantas veces nos recuerda la sagrada Escritura y que el Papa Francisco sintetiza con dos palabras: salir al encuentro del hermano y no tener miedo alguno a oler a oveja.
Gracias a Dios el mundo circense conserva muy vivas sus raíces cristianas y católicas y si bien es verdad que la pastoral entre ellos es y debe ser singular y personalizada no les podemos dejar tirados al borde del camino.
Hoy mismo me ha llamado el director de un circo para decirme que ha ido a una parroquia para pedir el bautizo de un niño. El pobre hombre estaba asustado y sin saber qué decir, pues le pedía la parroquia a la que pertenece y donde está. También le pedía haber hecho un cursillo.
¿Es esta la acogida que esperan de nosotros cuando llaman a nuestra puerta?
La esencia del circo es su itinerancia y es en la itinerancia donde la iglesia se debe hacer compañera de camino igual que hace Jesús con los discípulos de Emaús o Felipe con el Eunuco de Candaces y sin detenerse en el camino anunciar el evangelio y celebrar los sacramentos (Cf. Lc 24, 13-35 y Hch 8,26-40).
Los circenses y feriantes tienen pleno derecho a ser acogidos por la Iglesia, porque es su MADRE.
José Aumente Domínguez
Director de la Pastoral de Circos y Ferias de la CEE

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