Muchas cosas. Te ofrezco unas cuantas, que me parecen muy asequibles. Con ellas podemos comenzar a vivir este gran acontecimiento de gracia y de renovación eclesial que ha de ser el Año de la Fe.
Participar en la misa del domingo. El Año de la Fe quiere promover el encuentro personal con Jesucristo. El lugar más inmediato y perfecto es la Eucaristía, especialmente la del domingo. Participar en la misa del domingo refuerza tu fe, pues escuchas la Palabra de Dios directamente y glosada en la homilía, haces la profesión de fe en el Credo, rezas por todos los hombres y sus necesidades, comulgas –si estás en las disposiciones adecuadas- el Cuerpo de Cristo y te encuentras con la comunidad de fe y ofreces con ella el Sacrificio de Cristo al Padre.
Confesarte. La confesión es el retorno a la Casa de nuestro Padre, Dios. No importa si estás muy lejos o muy cerca, sino que vuelvas. La confesión te invita a volver a Dios, manifestar tus pecados, pedir perdón por ellos, proponer un cambio de vida. Dios, por su parte, te da el abrazo de su perdón y te agasaja con la Eucaristía y te da fuerza para vencer en el futuro.
Leer los Evangelios. El Nuevo Testamento, especialmente el Evangelio, te da el acceso directo a la Palabra de Dios. De ella, dice san Pablo, que proviene la fe. Los Evangelios nos ponen ante la persona y obra de Jesucristo, del cual queremos ser discípulos cada vez mejores. Para un sano crecimiento en la fe, es indispensable leer a diario los escritos del Nuevo Testamento en especial los Evangelios.
Estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica. El Catecismo de la Iglesia Católica, fruto maduro del Concilio Vaticano II, es el libro de referencia para conocer las verdades de la fe, la doctrina moral, los sacramentos y la oración de la Iglesia. Es, por tanto, un instrumento imprescindible en cualquier tiempo y, de modo especial, para el Año de la fe.
Ayudar a los necesitados. La práctica de la caridad es una dimensión esencial de la misión de la Iglesia. Siguiendo el ejemplo de Jesucristo, que “curó a los enfermos” y se preocupó tanto de los necesitados, quienes somos sus discípulos hemos de hacer lo mismo. Ahora, que estamos sufriendo una crisis tan profunda, esta exigencia cobra una especial importancia. Las Caritas parroquiales y la diocesana siguen siendo el cauce más adecuado para que nuestras ayudas sean eficaces. Como es lógico, hay otras instituciones y modos de vivir la ayuda a los necesitados.
Invitar a un amigo a Misa. El Año de la fe tiene como vertiente fundamental comunicar a los demás la fe que profesamos. Todos los cristianos practicantes deberían sentir el gozo de despertar la fe en quienes la tienen dormida o, quizás, medio perdida. Invitar a un amigo a la misa del domingo puede marcar para él la diferencia respecto a su vida. Todos tenemos experiencias positivas de esto.
Decía recientemente Benedicto XVI que “es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre”. El Año de la fe puede ser una oportunidad de oro para iniciar ese retorno.
+Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos

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