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Psiquiatría y fe: Jean Claude Larchet

Jean Claude Larchet (1949) es doctor en filosofía y teología. Sus estudios, centrados en la Edad Antigua, le han convertido en especialista en Teología Patrística. Pertenece a la Iglesia Ortodoxa.

Casado y con un hijo, ex-profesor de Filosofía en Forbach (Moselle) y de la Universidad de Estrasburgo. Ha estudiado y escrito sobre la relación entre la salud, la enfermedad y la curación, según la tradición cristiana oriental. Algunas de sus obras son ‘Théologie de la maladie’ ( Cerf, Paris, 1991); ‘Thérapeutique des maladies spirituelles’ ( Cerf, Paris, 1997); ‘La divinisation de l´homme selon saint Maxime le Confesseur’ ( Cerf, Paris, 1996) y ‘L´inconscient spirituel’ ( Cerf, Paris, 2005).

En español están publicadas varias de ellas, p.ej.-‘Terapéutica de las enfermedades espirituales’ (Sígueme, Salamanca).  Se comenta sobre la obra en la web de la editorial que el cristianismo, después del éxito deslumbrante del psicoanálisis que hizo olvidar la sabiduría acumulada durante siglos sobre el tratamiento espiritual de las enfermedades mentales, ha ido poco a poco recuperando dicha tradición. No en vano la misma, proveniente en última instancia de la Revelación, ha sido objeto de numerosas intervenciones de los últimos Papas en la dirección de señalar los abusos que se estaban cometiendo con el psicoanálisis, el materialismo, el ateísmo…etc.,  por su visión sesgada e incompleta de la persona humana, y con el ánimo de poner en común con todos los hombres de buena voluntad la sabiduría de la fe. Ya hemos hablado recientemente aquí en Ecclesia de la obra editada por el Dr. Pablo Verdier Mazzara.

A veces desde personas de fe cometen el error de no considerar la ayuda médica de profesionales expertos en trastornos mentales, por el desconocimiento de los argumentos, lo desbordante de la enfermedad en sí tanto para la persona enferma como para los acompañantes, etc. Pero este es un enfoque equivocado. Del mismo modo que ciencia y fe son compatibles, psicología, psiquiatría y fe son compatibles en el tratamiento de los trastornos mentales. Por el contrario pensar que los trastornos mentales son sólo cosa de psiquiatras o psicólogos, es tanto como afirmar que cualquier enfermedad es sólo cosa de los médicos, y sabemos por experiencia que no es así. El sentido del sufrimiento, la limitación que pone al descubierto y la situación a la que somete al individuo, no son sólo cosa del hombre sino también de Dios, que hizo el cielo y la Tierra y al hombre a su imagen y semejanza. Este tipo de cosas son las que el Dr. Larchet nos invita a considerar en sus obras.

Olvidar la dimensión espiritual de la enfermedad es impedir que toda la ayuda que el Señor ha puesto a disposición de los pacientes no se les dé. Por ello, y en especial para los profesionales de la medicina mental, son muy recomendables textos del Magisterio sobre estas realidades humanas, en las que no sobra en absoluto el abordaje espiritual, no sólo respetuoso, si no proactivo. Los acompañantes de estas personas enfermas verán aparecer ante ellos un sólido apoyo interior al conocer la relación de la enfermedad con el plan de salvación personal del que son destinatarios. Así mismo, enfermos y acompañantes encontrarán sentido salvífico a todo lo que ocurre, podrán afrontar con docilidad las prescripciones facultativas, obedecer humildemente a Dios en su historia, y completar en su cuerpo la Pasión de Cristo. Otra obra del autor publicada en español es ‘Las enfermedades mentales según los padres de la iglesia’ (CEU, Madrid).

La todavía fuerte estigmatización de los trastornos mentales en nuestra sociedad no debe prevalecer sobre la doctrina segura que ya ha desarrollado la Iglesia. Dios quiere que esas dolencias sean atendidas por profesionales. Aunque Él puede curarlas, radical e irreversiblemente, sabemos que no siempre lo hace, para nuestra conversión y su mayor Gloria. Por tanto una fuente de desestigmatización es sin duda el sentido que el cristianismo ofrece a quienes padecen este tipo de trastornos, que tienen derecho a escuchar de nosotros lo que de parte de Dios hay a su alcance. Es por tanto necesario proponerlo. ¿Cómo olvidar la faceta espiritual, consustancial a la persona, sabiendo que la enfermedad viene acompañada del sufrimiento y que éste es aliviado y/o encuentra sentido pleno en la Cruz de Cristo?  Reducir la interioridad de la persona sólo a psicología o psiquiatría, es ignorar de plano que tampoco ellas son siempre capaces de  sanar y explicar todas las heridas del corazón humano.

No por casualidad una de las imágenes más fecundas del Oriente cristiano es la de «Cristo médico», que ha venido a devolver la salud a la humanidad enferma. Esta obra la realiza el Espíritu Santo a través del misterio de la Encarnación en todo hombre que lo quiera experimentar. Del mismo modo que Cristo vive en su Iglesia, el cristianismo vive en personas vinculadas a la ciencia, y sus hallazgos son un regalo para todos nosotros. Bien puede decirse sobre la ciencia y la fe aquello de que ‘Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre’, porque sepáralo es fundamentalmente perder, restar.

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