Vaya este poema para la nostalgia en este tiempo de amarilla memoria. Que el otoño nos coja prevenidos contra los deterioros y melancolías del espíritu.
DE PEQUEÑO
De pequeño,
soñaba yo que el mundo era otra cosa.
No sé, algo más sencillo,
un lugar donde todos
pudiéramos estar sin agobiarnos,
algo con la ternura suficiente
para paliar las soledades,
algo sin amargores
y algo tan en su sitio que no hubiese injusticias.
(Y sobrado de bienes para abastar a todos).
De pequeño,
soñaba yo que el mundo era una casa,
una casa muy grande para ir todos los chicos
a merendar y a hacer un poco el ganso.
Una casa muy grande, con ventanas
para que nos mirasen las muchachas
y tuviesen envidia.
De pequeño,
eso soñaba yo que era este mundo.
Eso o una pradera
para echarnos a rodar unos encima de otros,
gritando el gozo de vivir, rodando,
la suavidad del tiempo.
Y, por qué no, un camino
que seguíamos todos los humanos
o un lago azul
donde fuésemos cisnes
– o cosa así -,
bogando unánimes al filo de la aurora.
Yo, de pequeño, nunca imaginaba
que el mundo fuese
un campo de batalla ni que el hombre
fuese capaz, incluso, de arruinarse a sí mismo.
De pequeño,
imaginaba yo que el mundo era otra cosa,
hasta que alguien me dio, un día, en el hombro
y me gritó- “¡Despierta
y cíñete la espada, que ya suenan
los tambores de guerra.
Esto es lo que hay, amigo;
de momento, no oirás otra música!”.
De forma tan brutal,
empecé a ser mayor y en ello estamos.
fin

Añadir comentario