Este es el domingo en el que la promesa se convierte en certeza: «Cristo ha resucitado, ha resucitado de verdad». Así ha comenzado a las 10 de la mañana la celebración del día de Pascua presidida por el Papa Francisco en la basílica vaticana. Una celebración que se ha desarrollado como el resto de la semana fue el altar de la Cátedra de San Pedro.
El anuncio de la derrota de la muerte vuelve pleno y poderoso en la vida de cada persona. Esa es la certeza pascual que han compartido una pequeña representación de fieles, ya que las celebraciones han estado sujetas a las limitaciones impuestas por la pandemia de la covid-19.
«Cada domingo, con el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la Resurrección de Cristo». A partir de este gran misterio se entiende todo en la Iglesia y cada celebración eucarística lo hace relevante. También hay un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de forma más intensa: la Pascua. Cada año, en el «Santísimo Triduo de Cristo Crucificado, Muerto y Resucitado», la Iglesia recorre las etapas finales de la vida terrenal de Jesús: su condena a muerte, su subida al Calvario cargando la Cruz, su sacrificio por nuestra salvación, su deposición en el sepulcro. El «tercer día, la Iglesia revive su Resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en la que se cumplen plenamente las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo de Pascua canta la certeza y la alegría de la Resurrección de Cristo».
Antes de la procesión, al concluir la celebración, el Papa Francisco dio la bienvenida como arcipreste al cardenal Mauro Gambetti, y agradeció al cardenal Comastri que ha tenido este cargo en la Basílica de San Pedro durante 16 años.
Además, el Papa ha querido agradecer «a todos los que habéis trabajado para que las celebraciones de esta Semana Santa sean dignas, bonitas, ¡todos, todos! Agradezco a todos los que trabajan aquí en San Pedro, el coro, los ministrantes, los lectores, los diáconos… ¡Todos! Muchas gracias».
