Para actuar, primero hay que ver: mejor dicho, querer ver. «Ver o no ver, esa es la cuestión». Lo dice el Papa Francisco en el prefacio de las «Orientaciones Pastorales sobres desplazados climáticos» presentadas este Martes Santo, 30 de marzo, por la Santa Sede. El volumen, editado por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha sido presentado esta mañana en conferencia de prensa por los dos subsecretarios del organismo: el cardenal Michael Czerny S.J. y el sacerdote scalabriniano Fabio Baggio. Junto a ellos han comparecido el salesiano Jostrom Isaac Kureethadam (oficial del dicasterio y coordinador del Grupo de Trabajo «Ecología» de la Comisión vaticana para la Covid-19), la doctora Cecilia Dall´Oglio (directora asociada del Programas Europeos del Movimiento Católico Mundial para el Clima), monseñor Claudio Dalla Zuanna, arzobispo de Beira (Mozambique), y María Madalena Issau, víctima de desplazamiento en ese mismo país a causa del cambio climático.
Directrices para la planificación pastoral
Las Orientaciones se centran únicamente en los desplazados climáticos, es decir, en «aquellas personas o grupos de personas que se han visto obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual a causa de una crisis climática aguda». Se trata de directrices dirigidas a las Conferencias Episcopales, Iglesias locales, congregaciones, agentes de pastoral y fieles católicos para la planificación pastoral y desarrollo de programas de ayuda para estas personas, ha explicado el Padre Baggio. El sacerdote italiano ha querido subrayar que, aunque aprobadas por el Santo Padre, sus disposiciones «no pretenden agotar la enseñanza de la Iglesia sobre la crisis climática y los desplazamientos». Lo importante, ha dicho, es que todo el mundo se conciencie del problema, que todos «abran los ojos» ante la realidad del impacto de la crisis climática. «La crisis climática tiene un “rostro humano”. Ya es una realidad para millones de personas en todo el mundo, en particular para los habitantes de las periferias existenciales», ha subrayado.
253,7 millones de desplazados por desastres naturales en una década
El Padre Kureethadam ha dejado claro que existe un nexo incuestionable entre la emergencia climática que vivimos y el aumento de desplazamientos. «La gran mayoría de desplazados internos son ahora provocados por la crisis climática», ha afirmado. «Las cifras hablan por sí solas. De los más de 33 millones de nuevos desplazados en 2019, 8,5 millones lo fueron a causa de los conflictos y la violencia, mientras que 24,9 millones de debieron a catástrofes naturales», ha dicho.
Y la tendencia sigue: de los 14,6 millones de desplazados en el primer semestre de 2020, 9,8 millones lo fueron a causa de inundaciones y sequías. «Se calcula que más de 253,7 millones de personas fueron desplazadas por desastres naturales entre 2008 y 2018, y que estos desastres desplazan entre tres y diez veces más personas que los conflictos armados en todo el mundo, dependiendo de la región en cuestión», explica.
El sacerdote salesiano ha señalado también que la Humanidad tiene el «imperativo ético» de reducir las emisiones causantes del cambio climático. «Tenemos que reducir las emisiones a la mitad para 2030 y llegar a las emisiones netas cero antes de 2050, para mantenernos dentro de 1,5 grados centígrados. Ir más allá sería catastrófico», advierte. Y recuerda que durante todo el Holoceno, es decir, en los últimos 12.000 años, la temperatura de la Tierra apenas varió más de 1 grado centígrado, mientras que al ritmo actual de emisiones podemos alcanzar los 3,5 grados de incremento a finales de siglo.
Kureethadam, para quien la próxima Cumbre del Clima (COP-26) a celebrar en Glasgow puede ser la última oportunidad para nuestro planeta, ha pedido legislaciones y políticas que protejan a los desplazados climáticos. La actual protección internacional —ha dicho— «es limitada, poco sistemática y no siempre es jurídicamente vinculante».

Víctimas del cambio climático
Monseñor Claudio Dalla Zuanna y María Madalena Issau ya han experimentado en carne propia los efectos del cuestionado por algunos cambio climático. El arzobispo de Beira ha visto cómo los ciclones que azotan cada vez con más frecuencia su país han levantado ya en varias ocasiones el techo de su casa. Antes, ha explicado, Madagascar hacía de escudo y llegaban debilitados, pero ahora la temperatura de las aguas del Canal que nos separa ha subido y los ciclones se recargan en ellas.
Desde marzo de 2019, Beira se ha visto azotado por tres huracanes. El de marzo de ese año, bautizado como Idai, fue el más fuerte que se recuerde en el sur de África. Dañó el 90% de los edificios de la ciudad, incluidos la catedral, que quedó descubierta, y el hospital de la ciudad, del que dependen cerca de tres millones de habitantes. «El cambio climático no es una amenaza hipotética, sino una realidad que exige una acción inmediata», ha dicho el arzobispo.
Sus palabras han sido corroboradas por María Madalena Issau. Esta mujer de 32 años, viuda, madre de cinco hijos y con dos sobrinos a su cargo, ha explicado que perdió todas sus pertenencias en la extraordinaria inundación de Praia Nova, un barrio de Beira, en 2014, pero que lo peor llegó en 2019 con el ciclón Idai, que «lo destruyó todo».
Issau ha sido reubicada ahora en un centro de reasentamiento situado a 60 kilómetros de Beira. En él no hay electricidad, ni trabajo y no se puede comerciar. El centro de salud más cercano está a ocho kilómetros y la escuela de Mutua, adonde que hay que ir a estudiar por encima de cuarto grado, a cinco. Para mayor desgracia, la ONG que les ofrecía alimentos dejó de hacerlo hace un mes.
La parroquia ha distribuido ropa entre la población y leche a los niños, para quienes previsto construir también una escuela. «No soy católica —ha dicho— pero puedo dar testimonio de la presencia de la Iglesia católica en el reasentamiento desde los primeros meses de nuestra llegada, cuando el obispo vino a conocer nuestra situación y a solidarizarse con nosotros».
El grito de los pobres
El grito de los pobres como Maria Madalena no puede esperar. Los jóvenes, el futuro, las generaciones del mañana, reclaman también un cambio. Lo ha dicho en su intervención Cecilia Dall´Oglio. La doctora Dall´Oglio ha intervenido en representación del Movimiento Católico Mundial por el Clima, una alianza de más de 700 organizaciones y miles de personas que desde 2015 caminan juntos en la vivencia de la Laudato si´. Las cosas no cambian —ha dicho citando la encíclica papal— porque muchos se encuentran lejos de estas personas, sin contacto directo con sus problemas. «Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y una calidad de vida que están fuera del alcance de la mayoría de la población mundial». «Nuestros hermanos y hermanas desplazados por el clima —ha concluido— corren el riesgo de encontrarse con manos demasiados llenas para agarrarlas».
