Nicolás Álvarez de las Asturias, es Catedrático de Historia de la facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Damaso y juez del Tribunal Eclesiástico Metropolitano de Madrid.
El también sacerdote adscrito a la parroquia de Santa María de Caná, en Pozuelo de Alarcón, ha comenzado su intervención queriendo iluminar la historia de la Iglesia para la nueva clase de Religión.
Tras reconocer la labor de los profesores de Religión y de la encomiable labor de aquellos que generan el currículo de esta asignatura, Álvarez ha querido empezar por dos perspectivas, objetivas, sobre la historia de la Iglesia.
«El estudio de la historia ha sido siempre uno de los caminos ensayados de los hombres para entenderse a ellos mismos mejor. Un estudio de la historia que no lleve a la comprensión profunda de nuestra realidad —dice Álvarez—, es sencillamente desprestigiarla y convertirla en objeto de concurso de erudición. Que está muy bien, pero no se trata solo de eso».
A continuación, Álvarez nos ha remitido a la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, donde se anuncia que la historia de la Iglesia debe ser explicada teniendo en cuenta el misterio mismo de la Iglesia.
Para Álvarez, hay que ver este misterio, este misterio de comunión, que se da en una institución que se adapta para responder a los desafíos del presente. La Iglesia está llamada a ser «sal del mundo».
¿Qué es lo más específico de la vida de la Iglesia?
Utilizando la fórmula retórica de una serie de preguntas que interpelan a la Iglesia desde distintos planos, Álvarez ha querido responder sobre lo específico de la vida de la Iglesia, recogiendo el fondo de una de las reflexiones que se formula Benedicto XVI, en Jesús de Nazareth: «¿Qué es lo más específico de Jesús, que lo hace una persona irrepetible? Que trae a Dios siendo hijo de Dios».
«La Iglesia, mezclada con el barro de los hombres, continúa la labor salvífica de Jesús», ha continuado Álvarez.
A modo de ver del profesor de San Damaso, «si la historia es intentar comprender el presente hay que contar con las preguntas que desde el presente se ponen sobre la Iglesia».
Nicolás Álvarez lo tiene claro. «Que una de las objeciones al cristianismo es de naturaleza histórica, me parece que no necesita demostración. Que la iglesia aparece muchas veces como un obstáculo para los creyentes, no necesita demostración».
A su modo de ver, «en la enseñanza de la Religión no hay que hacer apologética, pero hay que saber contextualizar».
Como conclusión, Álvarez considera que «un servicio de la enseñanza de la historia de la Iglesia en la clase de Religión es el ser capaz de situar en su contexto aquellas acciones de la Iglesia que resultan más anti-testimonio y problemáticas en el camino de una comprensión serena de lo que es la institución».
