El arzobispo de Santiago, Julián Barrio, ha presidido en la mañana de este domingo, 25 de julio, solemnidad del Apóstol Santiago, la Santa Misa en honor del patrón de España. Ha sido el propio rey Felipe VI el que ha realizado la tradicional ofrenda nacional en este Año Santo.
Monseñor Barrio le ha agradecido su presencia y la de la reina Leticia (quienes por primera vez han acudido al acto con sus hijas, la Princesa de Asturias, doña Leonor, y la infanta Sofía) y ha hecho votos para que este Año Santo sea un «tiempo de gracia, de sanación y de encuentro».
El arzobispo compostelano ha recordado a las víctimas del accidente ferroviario del tren Alvia —del que ayer se cumplieron ocho años—, y a los fallecidos por la covid-19, agradeciendo la dedicación y entrega del personal sanitario en todo este tiempo para combatir el virus. El prelado santiagués ha pedido asimismo para que «todos nuestros gobernantes» «tengan fortaleza, generosidad y paciencia en la búsqueda de la renovación ética y moral de nuestra sociedad».
La Eucaristía ha sido concelebrada por el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela; el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, arzobispo José Rodríguez Carballo; el arzobispo emérito de Tánger, Santiago Agrelo Martínez; los obispos de Tui-Vigo (Luis Quinteiro Fiuza), Lugo (Alfonso Carrasco Rouco), Ourense (José Leonardo Lemos Montanet) y Astorga (Jesús Fernández González), el obispo auxiliar de Santiago, (Francisco José Prieto) y el administrador diocesano de Mondoñedo-Ferrol, Antonio José Valín Valdés.
Entre las autoridades civiles presentes, las vicepresidentas primera y segunda del Gobierno, Nadia Calviño y Yolanda Díaz; el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo; el presidente del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas; y el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Teodoro López Calderón.
El Rey: «Unidad, solidaridad y concordia»
La ceremonia ha comenzado con el arzobispo recibiendo a los Reyes, sus hijas y resto de autoridades a la entrada de la catedral. Tras cruzar el Pórtico de la Gloria, y bajo la música de las chirimías, ha comenzado la procesión hacia el altar portando la imagen relicario del Apóstol, conocido como Santiago Coquatrix.
Tras las lecturas y la proclamación del Evangelio, Felipe VI ha hecho la tradicional invocación/ofrenda en nombre del pueblo español, en la que ha apelado a «la convivencia democrática», así como a la «unidad, la solidaridad y la concordia». El Rey se ha dirigido en gallego al apóstol «que simboliza la unidad de España», y ha puesto a su catedral —a la que ha vuelto la ofrenda tras lo peor de la pandemia— como ejemplo de «una victoria de la esperanza sobre todas las negras sombras de las que se lamentaba Rosalía de Castro».
Barrio: Una convivencia fraterna sin olvidar nuestras raíces
En su respuesta/homilía, monseñor Barrio ha reivindicado una «cultura del cuidado común» que nos posibilite «comprender la unidad y la historia de los pueblos de España, vertebrada con lo común de todos y lo específico de cada uno». A continuación, y hablando también en gallego, ha encomendado al Apóstol «a todos los pueblos de España, para que mantengamos una convivencia fraterna sin olvidar nuestras raíces».
Tras referirse al Año Santo Compostelano como «tiempo de gracia, de sanación y de encuentro», el arzobispo ha invitado a acoger la «novedad liberadora» del cristianismo «para dar respuestas creíbles a nuestras preguntas, reconociendo que no podemos sustituir la realidad por la ideología en el intento de liberar los asuntos mundanos de la propia vulnerabilidad (…)».
«El sentimiento de lo desconocido está generando incertidumbre ante el futuro y afectando a certezas que parecían consolidadas», ha lamentado antes de invitar a «volver a las raíces». Y ha añadido: «En una civilización occidental con el alma mermada, ya surgen no pocas voces de pensadores fuera del cristianismo que afirman que necesitamos a Cristo. Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea condenada a la insignificancia».
La ceremonia ha terminado con el saludo y acto de veneración al Apóstol por parte de la familia real —el abrazo de costumbre ha tenido que ser sustituido por una reverencia por las restricciones a las que obliga la pandemia— y el ondear del botafumeiro por la nave del templo a los sones del himno del Apóstol.
