Revista Ecclesia » Mirada de oración a la ventana del cielo

Mirada de oración a la ventana del cielo

(Texto escrito por nuestro director con motivo del primer aniversario de la muerte de Juan Pablo II)    

 Nuestro querido Papa Juan Pablo II corrió bien la carrera, combatió bien el combate y al otro lado de la meta, al cruzar el umbral de la definitiva esperanza, le aguardaba la corona de la gloria imperecedera y que no se marchita.

  El atleta de Dios llegaba a la meta en el anochecer conmovido del 2 de abril de 2005. Llegaba extenuado –herido, anciano, mudo, quedo y preso en su cuerpo dañado- y gastado, desgastado y repleto de las duras fatigas de la predicación del evangelio. Hace ahora un año.

 Todos lo recordamos bien. A todos vuelve al corazón en estos días le memoria inolvidable de aquellos días de pascua de un mes de abril para la eternidad. Ha pasado un año y todos nuestros caminos han regresado ahora, de nuevo, a Roma. Nuestra mirada se ha detenido, de nuevo, en la ventana de los apartamentos pontificios, en el piso cuarto del Palacio Apostólico.

 Esta conmemoración no nos ha sumido en el dolor, ni en la melancolía, ni siquiera en la nostalgia porque sabemos que estamos en buenas manos con Benedicto XVI y porque pocas muertes como la de Juan Pablo II fue tan pascua y tan victoria.

 Estamos, eso sí, transidos de afecto, de agradecimiento, de emoción y de recuerdos. Y hoy y estos días, miramos, de nuevo, a la ventana. No ya a la ventana del estudio del Papa. En ella no está Juan Pablo II.

  Mientras el viernes 8 de abril de 2005 el viento arreciaba vigoroso e interpelador sobre Roma el entonces cardenal decano del Colegio cardenalicio, Joseph Ratzinger, once días después Papa Benedicto XVI, presidía las exequias por el Papa del pueblo. En su bellísima homilía, Ratzinger recordó como todos los corazones y todas las miradas habían estado pendientes aquellos días de la ventana de Juan Pablo II. Y nos diijo que en ella – en esa ventana- ya no estaba él. No en ella sino en la ventana del cielo, desde la que ahora nos sonreía y bendecía.

 Querido Santo Padre Juan Pablo II,

sigue bendiciéndonos desde la ventana del cielo.

Gracias por volver a nuestro lado.

Nunca te había ido del todo.

Te sentimos cerca. Eres uno de los nuestros, uno de nuestra familia.

Necesitamos tu mirada.

Necesitamos tu bendición sobre tu Iglesia y sobre tu Humanidad.

¿Sabes? Estamos en muy buenas manos con Benedicto XVI,

tu estrecho colaborador, tu amigo íntimo, Sucesor, como tú, de Pedro .

Te recordamos con cariño y sin melancolía,

aun cuando la nostalgia de los 27 años vividos junto a ti surque

de vez en cuando en nuestros horizontes.

¡Estábamos tan acostumbrados a ti!

Sigue señalándonos a Cristo, el único Redentor del hombre.

Infúndenos fuerza y esperanza para que no tengamos miedo.

Sigue predicándonos el evangelio de la vida y de las familias.

Muéstranos que el verdadero y único tesoro de la Iglesia

deben seguir siendo los pobres y los necesitados.

Convéncenos de que la cruz es la llave santa de la santa puerta del cielo

y que sólo salva el dolor inmolado y ofrendado junto al Varón de Dolores.

Querido Papa de los jóvenes,

ayúdanos a buscar y llamar, servir y amar a los jóvenes,

como tú los buscabas, los llamabas, los servías y los amabas.

Enséñanos a comunicar y a transmitir el evangelio

con fuerza y con credibilidad,

como hacías tú, el Papa de la Comunicación.

Viaja y recorre con tu ejemplo y testimonio

por la rosa de los vientos de nuestro necesitado mundo.

Sigue corriendo así bien la carrera,

sigue así combatiendo bien el combate

del anuncio, de la misión y del apostolado.

Fortalece nuestro corazón cansado

para que seamos fieles, generosos y entregados hasta el final

-hasta el don total de uno mismo-

en la misión que la Providencia y la Iglesia nos confían.

Te pedimos por todos, a ti el Papa de todos.

Ruega por nuestros Colegios y por las familias,

reza por los consagrados y los laicos.

Intercede por los políticos, por los poderosos y por los periodistas.

Te pedimos en especial por los jóvenes, los sacerdotes y los enfermos,

tú el Papa de los jóvenes, de los sacerdotes y de los enfermos.

Que ya sabes lo que te pedimos. Amén.

 



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