José Antonio Rosado cerraba su última entrada en el blog de ECCLESIA, Feliz día de la progenitora, haciendo un llamado a restituir el pilar sobre el que se sustenta «nuestra civilización» y al que el Papa Francisco dedicó una encíclica entera. Hablamos de la familia.
En el cuarenta aniversario de la Ley del Divorcio, hablamos sobre los retos que atraviesa hoy la «Iglesia doméstica» y sobre la realidad de la falta de vocaciones al amor conyugal al director del secretariado de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, el sacerdote Miguel Garrigós.
—Más de 2,2 millones de parejas se han divorciado desde que en 1981, entrase en vigor la ley que reguló la ruptura del matrimonio. ¿Cómo valora la situación actual?
—Aunque los medios de comunicación hayan normalizado y presentado como una alternativa no traumática el divorcio, lo cierto es que muchas personas viven el fin de su matrimonio como un fracaso. Es lo que me encuentro todos los días. No es una victoria sino algo que produce dolor. Sin embargo, en la línea del Papa, no hay que vivir esta realidad con distancia sino pensar en positivo qué podemos hacer. Aquí hay varios frentes y en todos ellos la Iglesia tiene que estar más presente. En primer lugar, la preparación al sacramento del matrimonio. En segundo lugar, estar juntos a los matrimonios que acaban de empezar o que atraviesan dificultades. Y, en tercer lugar, estar junto a aquellos que han vivido el divorcio. Acompañar, discernir e integrar. Estas son las claves de Amoris laetitia.
—¿Es el acompañamiento una vía fundamental para evitar el incremento de divorcios?
—En los cinco primeros años de casados se producen muchísimos divorcios. Hay que preparar a los niños y a los jóvenes para responder a esta vocación al amor. Hay que acompañarles y no solamente con un cursillo prematrimonial sino a lo largo de los años, de la vida. Aquí la pastoral familiar es fundamental. Estar junto a los matrimonios con problemas es esencial, para que no esté la alternativa del «descarte», y ofrecer toda la ayuda en todos los ámbitos. Psicológico, espiritual, asistencial… ¡Pero siempre en positivo! Como dice el Papa Francisco, toda crisis matrimonial es una oportunidad para crecer, de madurar. Por eso hay que quitar también ese halo idílico con las que muchas veces presentamos el matrimonio donde también hay, además de todo lo hermoso que trae consigo, de la plenitud del amor, muchas dificultades.
—¿Pueden estos últimos 75 años, de repensamiento de la uniones afectivas, dar al traste con casi 2.000 años de tradición en torno a lo que una familia es?
— Esta ahí. Es bueno constatar cómo estos últimos años han marcado huella y han sido devastadores. En cualquier caso, la gran esperanza es que el anhelo de un amor auténtico está en el corazón de cada ser humano. Y al final, aunque se nos venda la idea de que lo mejor es tener todas las parejas posibles, que puedo cambiar de ella como cambio de coche o de teléfono móvil, la realidad es que no estamos hechos para esto. Estamos hechos para siempre. El Papa Francisco viene a decir que hay que tocar las fibras más íntimas de los jóvenes en esta misma clave.
