“Mayor respeto por la libertad religiosa”, reclama monseñor Alberto Sanguinetti (Uruguay)
El obispo de Canelones, en Uruguay, monseñor Alberto Sanguinetti, ha reclamado a través de su blog “mayor respeto por la libertad religiosa” y un poco de ‘diversidad’ en la comprensión de la laicidad, ante los cuestionamientos que han surgido en el país tras la solicitud de instalar una imagen de la Virgen María en la rambla de Montevideo, una solicitud presentada por el Cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montenvideo.
Enseguida el artículo de monseñor Sanguinetti, obispo de Canelones.
¿NO SOMOS TAN IGUALES COMO SE DICE?
Laicidad y libertad.
En estas últimas semanas ha reflotado la temática de la laicidad y la libertad, principalmente por dos circunstancias.
En primer lugar la comunidad católica de Montevideo, en la persona de su representante y cabeza, el Arzobispo Cardenal Daniel Sturla, ha pedido la autorización para poner una imagen de María, la Madre de Jesús, en un espacio público.
En seguida surgieron algunas personas muy ofendidas y sensibles porque va contra sus creencias o certezas. Como suele suceder ese clamor y rasgarse las vestiduras surge cuando se trata de un símbolo cristiano o precisamente católico. Porque en realidad, hay recuerdos, imágenes y nombres tan variados en nuestras ciudades, que no parece tan claro que lo único peligroso sea una imagen cristiana.
Se argumenta que va contra la laicidad. Esta palabra – como sucede con el lenguaje humano – tiene diferentes contenidos y se usa como piedra de toque en muchos juicios. Incluso ha cambiado de aplicaciones, como cuando comenzó a emplearse con respecto a la politización e ideologización de la enseñanza, porque en su origen estaba referido a la religión.
Es sabido que a veces ‘laicidad’ se refiere a una cierta neutralidad del Estado ante las religiones, que permita la libertad de cultos o libertad religiosa, sin reprimir ni coaccionar la conciencia ni el ejercicio de la vida según la propia religión.
En otras ocasiones, a causa de la ‘laicidad’ se afirma una prescindencia tal de la religión que tanto los organismos del estado como las personas tienen que aparecer todas como si no hubiera creyentes y la religión quedara fuera de la existencia humana. Más aún se ha usado la ‘laicidad’ como un veto absoluto a toda presencia pública de lo religioso en la vida de la sociedad organizada.
Entre nosotros es sabido que frecuentemente se usó la ‘laicidad’ como arma para excluir lo religioso de la vida pública, como si fuera más puro y republicano no tener fe o no manifestarla, a lo más concediendo la religión en el ámbito privado – lo cual no es ninguna concesión –. También sincerémonos: en concreto el argumento de la laicidad ha sido usado por determinados grupos mayoritariamente contra la religión que asocia a una gran parte de la población: la Iglesia Católica. Es decir, para obstaculizar la presencia católica en la vida del país.
El argumento es que cualquier símbolo religioso afecta la libertad de los demás. Pero parecería que no fuera así con símbolos masónicos que tenemos en la misma plaza Matriz o Constitución.
No deja de ser curioso que no se levante la voz para señalar cuánto atenta a la neutralidad del Estado el que haya tantas eles mayúsculas y tantas ruedas en espacios públicos, con sus respectivos nombres, siendo que se trata de signos de asociaciones que agrupan a un puñado de personas privadas.
¿Por qué si el símbolo es religioso ha de estar proscrito del espacio público y si el símbolo o persona es conocida por otras dimensiones de lo humano – o de otras asociaciones – sí puede ser aceptado en el espacio público? ¿Algunas asociaciones, personas o ideas tienen un derecho que es denegado a otros?
En concreto, nadie puede dudar que María ha sido y es fuente de inspiración para muchos uruguayos a lo largo del tiempo y es importante para una gran cantidad de hombres y mujeres, en sus vidas, en sus pensamientos, en su inspiración.
Doy por descontado que para otros no es así y que puede fastidiarle hasta su nombre. Pero eso sucede también con los políticos, escritores, militares, sindicalistas, y gente de todo tipo que son evocados en estatuas, calles y placas.
Entonces, a no ser que su imagen sea una incitación al desorden moral o a la subversión de las leyes legítimas, a nadie debería ofender que esa mujer que es importante para un numeroso grupo de ciudadanos pueda tener una imagen pública.
La segunda alerta cobijada bajo el término ‘laicidad’ ha sido la declaración del Diputado Amarilla de su sometimiento a la ley de Dios por encima de todo. Algunos han declarado temores diversos.
Pero es más que claro que toda conciencia recta indica que ha de someterse a la verdad con total entrega. Es cierto que los humanos tanteamos donde está la verdad y discrepamos sobre cómo encontrarla. Sin embargo no se le niega el derecho a presidir instituciones del Estado a quienes con semejante seguridad sostienen otras doctrinas pertenecientes a distintos sistemas y asociaciones, que son diferentes de las del diputado Amarilla. ¿O no hay ideologías afiliaciones y hermandades en el Parlamento?
En estos temas no habrá nunca soluciones puras – porque hacen a la diversidad de posturas y a la complejidad de los derechos que están en juego. En el fondo siempre hay una puja, cuando no una lucha, por extender la propia cosmovisión y – a menudo – el poder de los que en torno a ella se agrupan.
Por eso, conviene no ser tan dogmáticos en el uso de la ‘laicidad’ y no ser tan temerosos que otros ocupen espacios y expresen sus principios.
Un poco de ‘diversidad’ en la comprensión de la laicidad, un poco de mayor respeto por la libertad religiosa – sin imponer una idea de lo que debe ser la religión – y de la libertad simplemente nos viene bien. Muchos ukases hay en la cultura uruguaya, que no nos hace tan libres como decimos ser.

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