Condena eclesial del nuevo golpe de Estado habido en Malí el pasado 24 de mayo: un golpe, liderado por el coronel Assimi Goïta, dentro de otro golpe, pues los defenestrados ahora son, en parte, los militares que se hicieron con el poder en la asonada del 18 de agosto de 2020. Los obispos, conducidos por el obispo de Cayes y presidente de la Conferencia Episcopal, Jonas Dembele, unen ahora su voz a la del Consejo de Seguridad de la ONU, que hace unos días pidió «la liberación segura, inmediata e incondicional de todas las personas detenidas» y su reincorporación a sus puestos.
El presidente de transición Bah N’Daw y el primer ministro Moctar Ouane ya han recuperado la libertad (lo hicieron el día 27) pero solo después de renunciar a sus cargos. Del gobierno de transición que se estaba conformando han sido expulsados también los coroneles Sadio Camara y Modibo Koné, ministros de Defensa y Seguridad respectivamente.

«Los obispos de Malí, conscientes de la necesidad de un ejecutivo fuerte y de un ejército reconciliado y reforzado, condenan enérgicamente la toma del poder al margen del proceso legal», dice la Iglesia en un comunicado del que informa la agencia Fides. La crisis actual, indica el episcopado, es «resultado de cálculos personales muy alejados de las preocupaciones de la población y de los intereses de Malí».
La Conferencia Episcopal teme que se produzcan enfrentamientos entre los militares y constata el difícil momento que vive el pueblo debido a los problemas de seguridad, salud y situación socioeconómica. «Los trabajadores reclaman sus derechos mediante una gran huelga; el país atraviesa una transición política negociada con grandes dificultades y toda la comunidad internacional intenta reconducir el país hacia la democracia», señala el organismo, que llama a un «diálogo constructivo» y a una «tregua social» para poner fin a esta nueva crisis.
Malí, en el Sahel, tiene una superficie de 1,2 millones de habitantes y 20 millones de habitantes, de los que son cristianos solo unos 400.000. Independizado de Francia en 1960, el país es uno de los más pobres del mundo, sufriendo sus gentes frecuentes hambrunas. La esperanza de vida es allí de solo 60 años. Se trata de un país con gran diversidad étnica, hogar de los pueblos bambara (34%), peul (14%), sarakole (10%), senufo (10%), dogon (9%), malinke (8%), bobo (3%), songhai (1,6%), tuareg (1%), etc. El anterior golpe de Estado de agosto de 2020 acabó con la presidencia de Ibrahim Boubakar Keita, que llevaba en el cargo desde 2013.
