En la introducción del folleto que ha hecho público este 31 de marzo el Vaticano, los niños, dirigiéndose a Jesús, admiten que «también nosotros, los niños, tenemos cruces, que no son ni más ligeras ni más pesadas que las de los adultos, sino que son verdaderas cruces, que sentimos pesadas incluso por la noche. Y sólo Tú lo sabes y los tomas en serio. Sólo tú».
Las cruces son el miedo a la oscuridad, a la soledad y al abandono, también por la pandemia, la experiencia de los propios límites, de las burlas de los demás, el sentimiento de ser más pobre que los compañeros, la pena «por las peleas en la familia de papá y mamá». Pero hay niños en el mundo que también sufren porque «no tienen comida, no tienen educación, son explotados y obligados a ir a la guerra», se puede leer en las meditaciones.
Los problemas de los más pequeños
Durante las 14 estaciones en las que se divide el camino de Jesús hacia su crucifixión, los niños contarán sus experiencias y los interrogantes «de su pequeño mundo», con ejemplos personalizados como el de Marcos, «un niño acusado de haber robado la merienda de su compañero de banco. Yo sabía que no era cierto, pero me callé, no era mi problema, y además todos lo señalaban a él como culpable. ¿Por qué tendría que haber intervenido?», preguntará un pequeño de primaria.
«En clase leíamos por turnos el libro Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Cuando fue el turno de Martina comenzó a confundir las letras unas con otras y así las frases perdieron el significado. Palabra tras palabra empecé a reír y conmigo todos los demás. Todavía recuerdo el rostro de Martina sonrojado, la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas». Problemas y situaciones que se leerán en la plaza de San Pedro recordando problemas como los de la dislexia, a veces pocos comprendidos y diagnosticados.
Los niños también hablarán de sus madres: «Ella me acompaña a todos lados, a los entrenamientos de fútbol, al curso de inglés y a la catequesis el domingo por la mañana. Por la tarde, aunque esté cansada, me ayuda mientras hago los deberes; y cuando de noche tengo pesadillas, se pone a mi lado, me tranquiliza y espera que me duerma otra vez».
También la pandemia de la covid-19 entra en escena con todas sus consecuencias incluso en los más pequeños. El sentimiento predominante es la soledad: ya no van a visitar a sus abuelos, la escuela está cerrada, faltan sus amigos y compañeros. «La tristeza de la soledad a veces se hace insoportable», confiesa una joven, «nos sentimos ‘abandonados’ por todos, incapaces de seguir sonriendo. Como Jesús, nos encontramos con que nos derrumbamos en el suelo».
Por segundo año en la plaza de San Pedro
Un vía crucis que por las medidas anticontagio no se celebrará como era tradicional en el Coliseo ante miles de fieles y en uno de los escenarios más evocadores de la ciudad. Durante el recorrido que va desde el Coliseo hasta el Templo de Venus, se representa los últimos momentos de la Pasión de Cristo y, especialmente en el último tramo, se crea una atmósfera conmovedora, cerca del convento de San Buenaventura en el Palatino.
Fue el Papa Benedicto XIV a declarar en 1749 el Coliseo de Roma, la casa de todos los santos. Ordenó entonces la construcción de un Vía Crucis alrededor de la arena, «impregnada de la sangre de los mártires» cristianos que murieron durante el Imperio. En 1964 el Papa San Pablo VI acudió al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el Santo Padre.

