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Los dos momentos del Domingo de Ramos, por el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona

Los dos momentos del Domingo de Ramos, por el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona

Carta dominical del cardenal arzobispo de Barcelona, Mons. Juan José Omella, correspondiente al próximo domingo, 25 de marzo de 2018.

Con el Domingo de Ramos entramos en la Semana Santa. Es la semana de la Pasión del Señor y es Santa, porque Jesús está en el centro de todos los acontecimientos, que van desde una entrada triunfante en Jerusalén hasta su resurrección. Es el momento culminante de la vida de Jesús en la historia: «el que se hace hombre y se hace obediente hasta la muerte y una muerte en cruz».

En la entrada de Jesús se unen la alegría y la esperanza. El Rey digno en su señorío, con el Jesús sencillo y cercano montado en un pollino en la humildad. La propia sencillez de Jesús le lleva al triunfo. Jesús entra en Jerusalén como hoy entra en nuestros pueblos y ciudades, con el grito de alegría y la expectación de los niños que lo acogen. Alegres, sorprendidos sin acabar de entender lo que acontece. Es la alegría y la duda. La sorpresa y la admiración.

La liturgia contrapone hoy dos momentos de la vida de Jesús y de la de todo hombre y mujer. La narración de la Pasión del Señor, contrapuesta a la lectura de la bendición de las palmas, nos recuerdan el breve pasaje, de la alegría y la esperanza del batir de las palmas a la realidad que este mismo Jesús, en el espacio de seis días, pasará del grito de «¡Hosanna!» al de «¡Crucifícale!» De la exaltación como Mesías a la ignominia del vencido en la cruz. Jesús no huye, toma su cruz y seguirá el camino del Calvario. El mismo que siguió entre palmas y ramas de olivo. A la alegría, al triunfo, a la luz se llega por la cruz. Preciosa enseñanza que nos cuesta asimilar.

El camino que recorre Jesús, el Hijo de Dios, le lleva a sufrir en el huerto de Getsemaní y le lleva al calvario. Allí será coronado Rey de los judíos, con una corona de espinas y un letrero ignominioso. ¿Quién entiende a Jesús? Quienes le entienden y le siguen son los niños, un grupito de mujeres y gente de buena voluntad. Los niños le adoran, las mujeres no dejarán de acompañarle, irán hasta el Calvario. Sus discípulos, por el contrario, le abandonaron en este duro camino.

Semana Santa nos da de nuevo la oportunidad de celebrar a Jesús que entra en nuestras vidas. En la alegría y en el dolor. Es momento para mirarnos desde el Evangelio y acompañar a Jesús para conmovernos con Él en su sufrimiento y en el de tantos hermanos nuestros que sufren.

Pidamos que la palma, el laurel y los ramos de olivo se conviertan en nuestros signos de paz. Él es nuestra paz, quiere la paz, nos da su paz porque nos ama a todos; no tiene enemigos. ¡Su amor vence todo mal! Desde la alegría del día de Ramos, a la alegría de la Resurrección, vivamos la Pasión, vivamos los momentos duros de la vida como ofrenda de amor para poder resucitar con Él.

Os deseo de todo corazón que viváis, que vivamos todos, una Semana santa unidos a Cristo y llena de consuelo espiritual.

† Cardenal Juan José Omella

Arzobispo de Barcelona



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