«No podemos comprender qué es el diaconado sin comprender también qué es el sacerdocio, la mujer contemplativa y el laicado. (…) El futuro está en nuestras raíces. Lo que tenga que ser el diaconado no está en un planteamiento futurista, sino en la raíz. Hay que volver a la raíz porque ahí está la semilla de un organismo viviente». Estas han sido algunas de las palabras que el Padre Francisco José López Sáez, profesor de la Universidad Pontificia Comillas y de la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid, ha dirigido a los asistentes al Encuentro de Diaconado Permanente que, organizado por la Comisión Episcopal de Clero y Seminarios de la CEE, se ha celebrado hoy 7 de diciembre. La jornada vespertina ha contado, además, con los testimonios de dos diáconos permanentes, Cesar Cid y Gerardo Dueñas, quienes han relatado su experiencia en los hospitales de Madrid, en los que sirven como capellanes, en los momentos más duros de la pandemia. El ponente de la jornada matutina ha sido el religioso José Carlos Bermejo, director del Centro de Humanización de la Salud de los Religiosos Camilos en Tres Cantos (Madrid), que ha disertado sobre el duelo.
López Sáez, doctor en Teología (especialidad de Teología y Espiritualidad del Oriente cristiano), por el Pontificio Instituto Oriental de Roma, lo ha hecho sobre el origen del diaconado en Oriente con una ponencia titulada «La espiritualidad del servicio diaconal. Bases antropológicas y espirituales». En los inicios del cristianismo, hace dos mil años, ha explicado, la transmisión de la fe en Oriente se hacía a través de la colaboración de los diáconos y de las mujeres, guardianas de la memoria. En la cultura semítica la transmisión se hacía por vía oral y ahí las mujeres jugaban un papel fundamental, pues eran las «dueñas de la memoria». Con esta colaboración entre apóstoles, diáconos y mujeres, la fe cristiana se propagó desde Hispania hasta China.
De Galilea a China… en el siglo I
López Sáez ha defendido que la Iglesia china es «apostólica», encomendada desde el principio al apóstol Tomás, cuyo legado evangelizador puede verse —ha indicado— en unos bajorrelieves grabados en roca en un conjunto que data del siglo I. En esos grabados se puede observar, a juicio del experto, todo el proceso de llegada y transmisión de la fe a través de los diáconos y las mujeres al lejano país.
El diácono en la historia ha sido «el primer nivel de transmisión del Evangelio». La Palabra divina en la antigüedad no se transmitía desde arriba, sino oralmente y «de corazón a corazón y en el ámbito de la casa, que es el ámbito de la convivencia familiar». La misión del diácono era «evangelizadora» y también restauradora. «Todo lo que sea unir, entretejer relaciones, tejer redes… —por ejemplo ahora, que con la pandemia se han rotos las relaciones entre abuelos y nietos— es una tarea diaconal». El diácono pertenecía a la comunidad, vivía de manera permanente en la comunidad y su labor era establecer lazos.
El profesor de Comillas y San Dámaso ha repasado algunos libros sobre la materia, como El diaconado, una antropología espiritual, o María, madre de memoria, ambos de Pierre Perrier; o L´Anthropologie du Geste, del jesuita Marcel Jousse, fallecido en los sesenta, y Théologie du judéo-christianisme, de Jean Danielou.
«Acompañar y dar consuelo»
«En la pandemia hemos estado haciendo lo que hacemos siempre: acompañar y dar consuelo». César Cid y Gerardo Dueñas, diáconos permanentes de la archidiócesis de Madrid, han relatado su experiencia en los hospitales madrileños en los momentos más duros de unas jornadas que, recuérdese, obligaron a levantar en tiempo récord un hospital en uno de los pabellones de IFEMA por el que pasaron 7.000 enfermos. Los dos capellanes, habituados a desenvolverse en entornos de cronicidad avanzada y de cuidados paliativos, han confesado que vivieron jornadas muy duras, y que en ocasiones carecían de una respuesta —que acudían a buscar a la capilla— para esos pacientes que, llorando, les preguntaban dónde estaban sus familiares, pues creían que los habían abandonado. «Pero hemos hecho lo de siempre, con grandes limitaciones, con miedo y con más dificultades, pero lo de siempre: intentar llegar al corazón de la persona con nuestra presencia. A veces, simplemente acompañando. Y haciendo gala en la Iglesia de una gran creatividad, como, por ejemplo, con las videoconferencias».
En Madrid perdieron la vida dos capellanes que resultaron contagiados por covid.
El encuentro de Diaconado Permanente ha sido clausurado con un mensaje del obispo responsable del mismo, el arzobispo de Toledo Francisco Cerro Chaves.
