Llamados a la santidad (1 noviembre), por Ángel Moreno de Buenafuente
La santidad surge de la consciencia de lo que somos a los ojos de Dios.
La santidad es cántico de acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios.
La santidad es poema de amor, fruto del amor recibido y correspondido.
La santidad es testimonio de confianza y de abandono en las manos de quien sabemos que nos ama.
La santidad es reflejo de la contemplación de Cristo crucificado y resucitado.
La santidad es desbordamiento de la acción del Espíritu Santo, quien con sus dones perfecciona y enriquece a los que son fieles.
La santidad es correspondencia a la gracia, respuesta agradecida y enamorada a Dios.
Los santos
Los santos son los exploradores de la intimidad de su propio ser.
Los santos con lo que se deciden a entrar en el castillo interior y se relacionan amorosamente con quien les habita.
Los santos son lo que ven todo con los ojos iluminados por la fe y lo tratan como algo sagrado.
Los santos son los que obran todo por amor, sin mirar recompensa.
Los santos tienen entrañas de misericordia con quienes viven excluidos por cualquier causa.
Los santos siempre esperan y confían en la fidelidad de Dios, y son capaces de arriesgar sus vidas, fiados y apoyados en la Palabra divina.
Los santos son los que muestran de manera visible e histórica el amor que Dios tiene a la humanidad, y anticipan la vida eterna.
Tú puedes ser santo
Tú puedes ser santo, si correspondes a la gracia.
Tú puedes ser santo, si descubres y dejas desarrollarse en tesoro que llevas dentro.
Tú puedes ser santo, si obedeces las insinuaciones del Espíritu Santo.
Tú puedes ser santo, si tomas el Evangelio como hoja de ruta.
Tú puedes ser santo, si amas como Cristo te ama.
Tú puedes ser santo, si dejas que Dios te convierta en su mediación entrañable.
Tú puedes ser santo, si realizas las pequeñas cosas de cada día, por amor.
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