Revista Ecclesia » Lectio divina 30 Domingo Tiempo Ordinario, B (28-10-2012), por Ángel Moreno de Buenafuente
Rincón Litúrgico

Lectio divina 30 Domingo Tiempo Ordinario, B (28-10-2012), por Ángel Moreno de Buenafuente

Liturgia de la Palabra: Jr 31, 7-9; Sal 125; Hb 5, 1-6; Mc 10, 46-52

“Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel”.

“El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.

«Ánimo, levántate, que te llama.»

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo: -«¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: -«Maestro, que pueda ver.»

Meditación

Puede parecer exceso de imaginación, interpretación piadosa, tendencia a sublimar la realidad cuando se interpretan los hechos de forma trascendente y se descubre en ellos la mano de la Providencia que conduce los acontecimientos e hilvana los hilos de la trama de la historia, para conducirlo todo hacia el bien.

Quizá nos sucede como al ciego de Jericó, que mientras nos quedamos hundidos por los sucesos, que nos parecen negativos, nos asalta la tristeza, la desesperanza, el decaimiento, hasta el extremo de creernos sin remedio, postrados en el suelo.

El cántico del pueblo del Israel, la declaración del salmista acerca de lo que ha hecho el Señor en favor de su pueblo, y el salto que da el ciego hasta ponerse de cara a Jesús y recobrar la vista, son imágenes que nos confirman la actitud que corresponde a los que creen, a los que dan fe a la Palabra, a quienes se fían de Dios, de su mano providente, aunque en el momento de la prueba parezca que todo se derrumba.

Soy testigo de circunstancias que se pueden leer como casualidades, o como evidentes intervenciones del amor de Dios. Por referirme a hechos concretos, narro la última experiencia, por la que sigo cantando el salmo 125 como himno agradecido.

A final de junio, la Congregación de las Hermanas de la Caridad Santa Ana me comunicaba su imposibilidad de mantener la Comunidad que desde 1977 permanecía en Buenafuente, atendiendo a los ancianos. Le respondí con una nueva propuesta para que se quedaran, aunque no pudieran atender la residencia, pero definitivamente me comunicaron por carta de la Superiora General, que leí el 24 de julio, que no era posible su permanencia. Esa misma tarde, y después de invocar la intercesión de las Beatas Mártires Carmelitas de Guadalajara en el día aniversario de su martirio, recibí una comunicación de las Religiosas de la Presentación de María, en la que me decían que buscaban un lugar para vivir un proyecto de adoración y ofrenda. El día 25 de julio las recibí en casa y les ofrecí las estancias que habían de dejar las Hnas. de Santa Ana. El 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús, daba comienzo la nueva comunidad en Buenafuente.

Como dice el salmista, “nos parecía soñar”. La Providencia divina nos acompaña. En algunos casos experimentamos su presencia, en otros nos abandonamos, confiados, y damos fe de que siempre somos amados de Dios, y nos mantenemos alegres.



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