Revista Ecclesia » Lectio divina 25 Domingo Tiempo Ordinario B (23-9-2012), por Ángel Moreno de Buenafuente
Rincón Litúrgico

Lectio divina 25 Domingo Tiempo Ordinario B (23-9-2012), por Ángel Moreno de Buenafuente

Liturgia de la Palabra: Sb 2, 12.17-20; Sal 53; St 3, 16-4,3; Mc 9,30-37

Razonamiento humano

“Si el justo es hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia.”

 

Sabiduría de Dios

-«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»

 

-«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»

 

Meditación

Estamos a principios de curso. Ante nosotros puede aparecer como superior a las fuerzas el tramo de la vida por recorrer. Hasta cabe que pensemos que se nos está probando injustamente, y que en tiempos tan recios, no se demuestra la bondad de Dios.

 

La naturaleza humana considera bendición todo lo que le agrada y se resiste a comprender positivamente cuanto le supone sacrificio. Interpretamos que Dios nos quiere cuando nos salen las cosas bien, y ante circunstancias adversas, que hemos caído en desgracia.

 

La Palabra de Dios revela un sentido diferente de los hechos. A la luz de la suerte del Crucificado, se puede comprender que son posibles al mismo tiempo la cruz y el amor. Los cristianos recibimos la bendición con el signo de la Cruz.

 

Hace pocos días, con motivo de la peregrinación a Santiago de Compostela, al finalizar el último día, daba gracias a Dios en voz alta porque volvíamos todos sin sufrir daño. En ese momento preciso, uno de los nuestros se caía al vacío en la calle cortada, y al golpearse la cabeza, sufría una herida sangrante y una contusión en el hombro. Tuvimos que llamar al 112 y evacuarlo al hospital. Podría parecer que el accidente rompía la razón de dar gracias a Dios. Pasamos la noche un tanto desvelados, invadida la imaginación de hipótesis adversas. Era el momento de acreditar la confianza, de abandonarse a la Providencia.

 

Cuando al amanecer se le dio de alta porque no se apreciaban daños graves, comprendí aún más la razón de bendecir siempre a Dios. El golpe podía haber ocasionado daños muy graves, y sin embargo, el peregrino pudo volver a casa con todo el grupo. Suelo decir: “Sabemos lo que nos pasa, pero no lo que no nos pasa”. En este caso fuimos testigos de lo que podría haber ocurrido y en cambio, no sucedió.

 

Iniciemos la andadura del curso con los ojos puestos en quien nos precede y comprendiendo en todo la posibilidad de adelantar la experiencia de la Pascua, cuando nos atrevemos a confiar en circunstancias difíciles.

 

 



O si lo prefieres, regístrate en ECCLESIA para acceder de forma gratuita a nuestra revista en PDF

HAZME DE ECCLESIA

Añadir comentario

Haga clic aquí para publicar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cada mes, en tu casa

Últimas entradas