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La realidad de la Pastoral Penitenciaria en España (I PARTE)

España es uno de los países con las tasas de asesinato más bajas no sólo de la Unión Europea sino del mundo entero, por debajo de Alemania, Francia o Portugal.  Estos datos, arrojados por el diario El Mundo a comienzos del 18, vienen a señalar una realidad desconocida para gran parte de la población española. En nuestro país muere una persona de cada 100.000 habitantes por crímenes violentos, muy lejos de la media mundial, que asciende a 5,3. Sólo Irlanda, Holanda, Austria, Singapur y Liechtenstein tienen una tasa menor.

Sin embargo, resulta llamativo, tal y como señalan desde el Consejo de Europa, que el tiempo de estancia media en prisión de los reclusos en España sea de diecisiete meses frente a los  trece de Italia, los ocho de Alemania y Bélgica o los tres de Holanda. Esto significa que la tasa de encarcelamiento española es de las más altas de Europa, solamente superada por la del Reino Unido y Portugal. Los sucesivos endurecimientos de nuestras leyes en materia penal arrojan un dato preocupante para la integridad y las posibilidades de reinserción de los individuos que han cometido un delito con ingreso en prisión: el tiempo medio de estancia en las cárceles se ha duplicado desde 1996.

La pastoral penitenciaria en España: una puerta abierta para la esperanza

Son muchas las diócesis que se hacen eco, a través de las capellanías de las prisiones, del día a día de aquellos que han perdido su libertad. Sin embargo, todavía hoy, es difícil romper ese halo de silencio respecto al día a día de los reclusos y el funcionamiento del sistema penitenciario.

Hablamos con Florencio Roselló, director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, quien además de hablarnos de algunas de las actividades que está llevando a cabo la Iglesia durante estas fiestas navideñas, nos hace un dibujo general de la situación de las prisiones en nuestro país y del trabajo de los sacerdotes, religiosas y voluntarios que construyen desde esta realidad.

Una imagen tipo de los módulos de prisiones - Pixabay
Una imagen tipo de los módulos de prisiones – Pixabay


— ¿De qué manera la Iglesia está en las cárceles españolas?
Se trata de la entidad externa con más presencia. En este momento estamos en las 32 prisiones de nuestro país con 162 capellanes con distintos rangos de dedicación: desde los que están a jornada completa y media jornada hasta los que están de apoyo para determinadas ocasiones. Contamos además con unos 2.500 voluntarios que ayudan a la Pastoral Penitenciaria de muy diversas maneras.

— ¿Cuál es el trabajo de la Iglesia en las prisiones?
Intervenimos en todos los procesos que vive un preso. La Evangelización no es como antaño, de ir con el crucifijo,  la Palabra y ya está. Se trata de una presencia global a nivel religioso, jurídico y social. Casas de acogida, formación, catequesis, abogados… La Iglesia cuando va a la cárcel atiende a la persona en su totalidad. No podemos hablar de Dios sin conocer las circunstancias familiares del reo. No podemos hablar de Dios sin considerar la ayuda legal que requieren estas personas. En el 2019 acogimos a cerca de 4.000 convictos, de los cuales el 40 % eran extranjeros y casi un 15 % musulmanes. No hacemos distinciones y nuestro compromiso es serio y la administración estatal lo sabe.

—¿Se puede seguir hablando, en este tiempo, de reinserción cuando parece que cada vez hay más escepticismo entre la sociedad respecto al trabajo en esta dirección por parte de las prisiones?
Somos muchos los que creemos en la reinserción. Pero no solamente depende de los centros penitenciarios esta labor. El hecho de que los hombres libres, después de haber cumplido sus penas, no encuentren trabajo por su historial delictivo, el que tengan una familia desestructurada o que vivan en un barrio complicado, no depende exclusivamente de la prisión. La sociedad tiene algo que decir en todo esto. En cualquier caso, ocurre algo muy curioso. Los delitos mediáticos están condicionando el sistema penal.  España es de los países con menos crímenes violentos del mundo entero y sin embargo es uno de los que más presos tiene en sus centros.

—¿Qué trabajo nos queda por hacer en materia de sensibilización?
Estamos haciendo una labor de prevención importante en centros educativos, desde institutos hasta universidades, con presos de tercer y segundo grado. Es llamativo que el perfil del encarcelado, tal y como apuntaba en alguna ocasión el Secretario General de la CEE, se ha democratizado mucho en nuestro país. Ya no solamente responde a un determinado perfil social o económico sino que vemos gente muy variopinta que acaba en prisión: desde padres de familia a gente con formación superior que o bien por un delito de tráfico, un mal negocio o por temas de corrupción o violencia de género, terminan en la carcel. Hace veinte años esto no ocurría. Ahora cualquiera puede acabar encerrado.

—¿Cree en la labor de las prisiones?
La prisión es un tirón de orejas pero no sé hasta qué punto es la mejor solución en determinados casos. Hay multitud de presos con enfermedades mentales o que padecen alguna adicción severa que, en un determinado momento, les ha podido llevar a delinquir. Lo que yo me pregunto es si esta gente debe estar ahí. Por sentado que hay gente a la que la prisión le hace bien en cuanto a que le ayuda a plantearse la vida y reflexionar sobre los errores cometidos pero no me parece que la prisión sea la solución a todos los males de la sociedad.

—¿Cómo se educa el valor de la libertad?
La anterior alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que probablemente en octubre colabore con nosotros en un congreso nacional sobre estos temas, decía que educar en la libertad desde la no libertad es como enseñar a conducir sin poder coger un coche. La libertad se educa desde el respeto y la libertad del otro. Y es complicado educar para la libertad cuando no la tienes.

—Estos días hemos podido ver a distintos obispos, como el de Teruel y Albarracín o el de la diócesis de Orihuela – Alicante, visitar las prisiones de sus provincias y comunidades autónomas para celebrar la Navidad con los presos. ¿Qué mueve a un religioso a acercarse a los condenados?
Puedo contar mi propia experiencia como Mercedario. El otro día en Castellón, delante de los presos que estaban ahí congregados el día de Navidad, les decía que yo veía en ellos al mismo Cristo. Si no fuera así, yo sería otra cosa. Tal vez funcionario o trabajador social. Pero lo que me lleva a hacer lo que hago es encontrarme en cada rostro al Cristo naciente.



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