La Pastoral Penitenciaria en nuestro país sigue creciendo y dando un gran servicio a una parte de la población muy oculta. Es la principal conclusión de la memoria que recoge toda la labor de esta área durante el año 2022, recopilada por el Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Los datos hablan por sí solos. La inversión total ha crecido desde los dos millones de euros hasta los casi 3,1. El número de programas también ha subido significativamente, desde los 955 hasta los 1.065. Pero es que también han aumentado las colaboraciones, la entrega de paquetes de ropa, los encuentros y acciones formativas, el peculio —ayudas económicas— y los voluntarios. Se mantiene el número de capellanes y las casas de acogidas. En estas últimas han pernoctado más de 3.000 personas.
Otra buena noticia es la participación en celebraciones religiosas de los internos. En 2022 fueron 5.575 personas las que tomaron parte en alguna —686 mujeres y 4.889 hombres— frente a las 5.220 de 2021.
«Queremos que esta memoria ayude a visibilizar la Pastoral Penitenciaria. Saltar los muros de la prisión, que se conozca un poco más nuestra opción preferencial por los presos, por los hombres y mujeres en prisión. Estos datos quieren convertir los muros de la cárcel en muros de cristal, donde se vea y conozca todo lo que la Iglesia hace y vive en prisión, siempre en favor de los presos, el vivo rostro de Jesús», explica Florencio Roselló, mercedario y director del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE.
En su opinión, no hay pastoral penitenciaria que no tenga como centro al hombre y mujer, sus necesidades y preocupaciones, sus angustias, que «son las de la Iglesia». «Mientras exista una persona presa, la Iglesia estará con ella en prisión. Nuestra razón de ser es la persona presa», agrega.
Una atención para todos
Roselló pone el foco en el aumento de los programas del área social, al tiempo que se mantienen los religiosos. Y responde a la pregunta de por qué son tantos los sociales: «La pastoral penitenciaria habla de Dios a los presos a través de un paquete de ropa, a través del peculio, a través de una gestión ante los abogados, a través de una llamada o visita a la familia, a través de una acogida de permiso o libertad… Evangelizar en prisión es atender al hombre y mujer presos en sus necesidades vitales, básicas. Dios se encarna en ellos, en estos gestos y palabras».
Asimismo, explica que la atención de la Iglesia no hace distinción de credo, origen o condición social. De hecho, la mitad de los beneficiarios de los programas sociales son de origen extranjero, mientras que la cuarta parte de los acogidos son musulmanes. «La Iglesia es madre de todos, creyentes y no creyentes. Este compromiso impacta en los propios creyentes».