Nuestro actual Papa, Benedicto XVI, es sin duda el Papa de la Palabra. Admira comprobar cómo conoce la Escritura y los comentarios a ella de los Santos Padres; cómo la relaciona; cómo le saca todo su jugo; cómo la actualiza; cómo la vive. Por ello, es el Papa de la Palabra y un maestro extraordinario para hacer todos nosotros cristianos de la Palabra.
En distintas ocasiones y foros le han preguntado a Benedicto XVI por la Palabra de Dios. He aquí una de sus respuestas, en concreto a una joven romana llamada Simone, que le preguntaba que cómo se puede reconocer que lo que se lee en la Biblia es palabra de Dios que interpela a la propia vida.
En primer lugar, es preciso leer la Biblia no como un libro histórico o literario cualquiera, por importantes, hermosos o relevantes que sean sus contenidos y su autor. La Biblia hay que leerla como Palabra de Dios, es decir, entablando una conversación con Dios, que me habla y me llama a través de su Palabra. Hay que llamar a esta puerta, como afirmaba San Agustín -“he llamado a la puerta de la Palabra para encontrar finalmente lo que el Señor me quiere decir”- con alma orante, con espíritu humilde, con disposición del corazón, con apertura de la mente. Abre, Señor, mis labios, mi inteligencia y mi voluntad. Ayúdame a entender tu Palabra, a saber lo quieres decirme en esta página, en el aquí y en ahora de mi vida.
En segundo lugar, la Sagrada Escritura nos introduce en la comunión con la familia de Dios. Por ello, no se puede leer por libre, a ráfagas y a ventoleras. No basta con una lectura individual, menos aún con una búsqueda y sensibilidad fundamentalista. Hay que dejarse ayudar por los grandes maestros de la Palabra de Dios que tienen experiencia de la fe, que han penetrado en el sentido de la Sagrada Escritura, y por los amigos y los miembros de nuestras propias comunidades. Por supuesto, que es precisa una lectura personal de la Biblia. Pero lectura personal no significa hacerlo lejos o fuera de la comunión de la Iglesia.
Y es que precisamente la comunión eclesial es la tercera clave para una lectura y una vivencia fecundas de la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura tiene dos sujetos: el sujeto divino -Dios que habla y quiere implicar al hombreen su Palabra- y un sujeto permanente que es su Pueblo, su Iglesia y que nos muestra y nos reparte esta Palabra de salvación a través de la Liturgia y del Magisterio. Dios nos habla personalmente a través de la Palabra y lo hace a través de su Iglesia, el Pueblo que camina con la Palabra y está en diálogo con Dios.
Somos el Pueblo y la Iglesia de la Palabra, que día y noche nos habla y nos interpela. Escuchémosla.
Jesús de las Heras Muela – Director de Ecclesia y Ecclesia Digital

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