Mañana 17 de mayo, VI Domingo de Pascua, la Iglesia en España celebra el Día del Enfermo. Con él concluye una campaña que comenzó el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, con la celebración a nivel mundial de la Jornada Mundial del Enfermo bajo el lema «Acompañar en la soledad. Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados, yo os aliviaré (Mt 11, 28)».
La campaña de este año tardará en poder ser olvidada a causa de la crisis del COVID-19. Han sido miles las personas mayores que, en nuestro país, han perdido la vida a causa de la pandemia. Ellas, las más vulnerables, vivan en residencias o no, son las que se están llevando la peor parte en esta crisis inimaginable hace apenas unos meses. Al drama que supone tener que luchar contra una enfermedad inmisericorde con unas fuerzas ya menguadas por el paso de los años, hay que añadir otro: el de la soledad que sufren muchas de ellos. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en nuestro país hay 4,7 millones de hogares unipersonales. Pues bien, 850.000 mayores de ochenta años, muchos con problemas de movilidad, viven solos. Por encima de los 65 años se hallan en esta situación dos millones de españoles.
El director del secretariado de Pastoral de la Salud de la diócesis de León, Ovidio Álvarez Suárez, ha declarado que nadie podía imaginar al comienzo de esta campaña que íbamos a vivir una situación «tan cruda y dolorosa» como la actual. Nadie podía imaginar «la soledad de los enfermos y sus familias; la soledad de los profesionales sociosanitarios en su realidad cotidiana; la soledad de nuestros ancianos en la ciudad, en nuestros pueblos y en las residencias; la soledad de los enfermos invisibles, mentales, y de sus familias; la soledad en el confinamiento en nuestros hogares…».
La diócesis leonesa ha preparado una oración especial, y en sus iglesias se orará mañana por las personas que sufren y las que nos acompañan en esta pandemia. Se ha enviado un subsidio litúrgico especial —explica el Padre Álvarez— para que «todos los sacerdotes recen en las eucaristías que celebren a puerta cerrada por esta intención». Que todas las personas recen —pide— por «acompañar en la soledad, acompañar a todos estos hermanos y familias que han perdido a un ser querido y no han podido hacer un funeral y una despedida como hubieran querido».
«Nosotros, los cristianos, como seguidores de Jesús, a quien conmueven el dolor y la angustia de los enfermos —concluye—, tenemos que ser conscientes de que cuidar, aliviar y sanar enfermos está íntimamente ligado al anuncio del Reino de Dios».
