En septiembre de 2019 se volvía realidad el Proyecto Hilandera en Málaga. Era el resultado de tres instituciones aunando fuerzas en un proyecto de emprendimiento social. Por un lado, las Siervas de San José y la Fundación Taller de Solidaridad, una ONG de la congregación. Por otro lado, los hermanos Maristas. «Queríamos poner en marcha algún proyecto con las siervas. Nos propusieron hacerlo en Málaga, donde había una comunidad. Fue una hermana la que encontró a los Maristas preparando el curso de confección textil. Así surgió la oportunidad», cuenta Rafael Veiga, coordinador del proyecto y miembro de la ONG Taller de Solidaridad.
El objetivo del proyecto es «dar un empleo digno y que a través de ello, las trabajadoras puedan realizarse en unas condiciones más humanas y cristianas», apunta Veiga. Son mujeres de entre 30 y 50 años, en condiciones de difícil acceso al mercado de trabajo, como por ejemplo paradas de larga duración hasta que encontraron esta oportunidad.
Tras unas semanas de parón, el taller vuelve a finales de agosto a ponerse en marcha: ven septiembre como una oportunidad. «Con el coronavirus, al ser tan jóvenes, ha sido más fácil adaptarnos y para nosotros esto es también una oportunidad», opina Veiga. Hasta que llegó el confinamiento, del taller habían salido polos, sudaderas, equipaciones deportivas, o uniformes para colegios. Todos bajo el paraguas de la marca «Ropa hecha con amor». «La marca traslada valores para fomentar un consumo más responsable», señala Ana Silva, responsable de Comercio Justo de la Taller de Solidaridad.
Por ejemplo, a raíz de la necesidad de llevar mascarillas. Con la marca que producen, «Ropa hecha con amor», se han dedicado a confeccionar mascarillas y venderlas por Internet. En estas mascarillas ponen ahora buena parte de sus esfuerzos. Silva explica que se confeccionan con tejido homologado, con certificación en base a la normativa UNE0065/2020 y tienen una eficacia de filtración bacteriana superior al 95%». Además, explica, «son higiénicas y reutilizables, soportan un máximo de 30 lavados manteniendo el porcentaje de filtración bacteriana mínimo exigido por la regulación europea, con lo que contribuyen a generar menos residuos».

Cuestionarse el consumismo al comprar ropa
Estas mascarillas se venden online, y no es la única oportunidad que esperan tener en esta crisis. Rafael Veiga espera que fructifiquen contactos con «varias marcas españolas, ya que en este contexto parece que hay interés a volver a producir aquí todo lo que se había externalizado», apunta. La idea es que el proyecto genere suficiente carga de trabajo como para que, después de un tiempo de apoyo por parte de estas tres instituciones, pueda caminar solo.
La competencia en el sector textil es amplia, y por ello, desde el proyecto se señala que la diferencia que aportan con su marca «Ropa hecha con amor» es, para Silva, «no solo el uso que hacemos de las prendas que ofrecemos a través de nuestra marca, sino también todo lo que hay detrás de ellas: quién y en qué condiciones». Silva apunta la importancia sobre preguntarse quién produce la ropa: «Queremos que la gente se pregunte a quién favorece o perjudica la compra que va a hacer y que la repuesta ayude, al menos, a iniciar un proceso de reflexión que nos convierta en personas más críticas y exigentes con el entorno consumista que nos ha tocado vivir».
Silva añade que, durante el confinamiento, «todas las personas pudimos reflexionar sobre la cantidad de cosas que tenemos, que no son tan necesarias y que llevan asociado un coste social para quien las fabrica (la menor o mayor dignidad, igualdad y justicia que se da en el proceso de su producción)». Por eso, comenta que el objetivo es hacer una ropa con «coste social bajo», esto es, «que asegura que las condiciones de producción de los que han participado en su elaboración han sido digna».
Un cambio en la vida de las trabajadoras
Las propias trabajadoras del proyecto expresan también la oportunidad de trabajar en un taller de estas características. Reina, una de las trabajadoras, lo explica: «Empecé haciendo cursos de formación, luego como voluntaria con Proyecto Hilandera y ahora me han dado la posibilidad de trabajar como costurera, y tengo fe en que el proyecto continúe para que podamos seguir trabajando».
Por su parte, Vivi, otra de las trabajadoras, destaca el apoyo que desde el taller dan a sanitarios. «Esta es mi manera de ayudar: cosiendo. ¡Es lo que sé hacer! Haré mascarillas y lo que haga falta para los sanitarios, ellos cuidan de nosotros y queremos ayudarlos», apunta.
Porque, en el fondo, este proyecto y su «Ropa hecha con amor» sigue una estela de siglo y medio, desde que santa Bonifacia, fundadora de las Siervas de San José, diera luz a la congregación en un taller textil con las monjas artesanas que le siguieron. También la estela de los Maristas, que desde su origen en Francia en el s.XIX, empeñados en la formación y la educación de las personas desfavorecidas..
