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Jornada Mundial de los pobres

Este domingo, 19 de noviembre, celebramos la Jornada Mundial de los pobres, establecida por el papa Francisco al finalizar el Jubileo de la Misericordia en 2016. Su objetivo es que “las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados”.

El lema para este año es: “No apartes tu rostro del pobre” (Tob 4,7). Estas palabras del libro de Tobías contienen el “testamento espiritual” del anciano Tobit a su hijo Tobías, que está a punto de emprender un largo viaje. El anciano teme no volver a ver a su hijo. Por ello, este hombre, que siempre confió en el Señor, como buen padre desea dejar a su hijo no tanto algún bien material, cuanto el testimonio del camino a seguir en la vida. Entre otras cosas le dice: “Hijo, acuérdate del Señor todos los días. No peques ni quebrantes sus mandamientos… Da limosna de cuanto posees; no seas tacaño. No apartes tu rostro del pobre y Dios no lo apartará de ti” (Tob 4,5-7).

Han pasado siglos y la situación se mantiene inalterada. Como nos dijo Jesús, “a los pobres los tenéis siempre con vosotros” (Mc 14,7). También hoy existen numerosas formas de pobreza. Todos los días vemos rostros marcados por el hambre, el dolor, la soledad, la miseria, la marginación, la violencia, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, la ignorancia y el analfabetismo, la falta de trabajo, el tráfico de personas, el exilio o la migración forzada. La pobreza tiene siempre el rostro concreto de mujeres y hombres, de niños y de niñas. No nos pueden ser indiferentes. Cuando estamos ante un pobre no podemos volver la mirada hacia otra parte. Cada uno de ellos es nuestro prójimo. No importa el color de la piel, la condición social o la procedencia. Estamos llamados a dejarnos encontrar por cada pobre y a dejarnos interpelar por cada tipo de pobreza, sacudiendo de nosotros la lacra de la indiferencia.

Para los cristianos, los pobres son un signo concreto de la presencia de Jesús entre nosotros. Él mismo se identificó con cada uno de ellos: con los hambrientos y sedientos, con los forasteros, los enfermos y los encarcelados. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”, nos dice Jesús (Mt 25,40). Olvidarlo equivale a falsificar el Evangelio. En cada uno de los pobres, Jesús sale a nuestro encuentro, para que nos dejemos encontrar por Él. Estamos llamados a descubrir a Cristo en cada pobre, a compartir su vida, a prestarles nuestra voz en sus causas, a amarlos y escucharlos. Con nuestra atención, escucha y ayuda concreta han de experimentar la cercanía de Dios que ama a cada uno. Los pobres sentirán el amor y la cercanía de Dios cuando sientan en nuestra atención un acto de amor gratuito que no busca recompensa.

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