Jesús en el Monte de los Olivos, por Fidel García Martínez
La beata Ana Catalina Emmerich, fue una religiosa agustina enferma y estigmatizada, quien describió y narró al filósofo y poeta Brentano sus visiones y revelaciones, que él sintetizó en la La amarga Pasión de Cristo en el que se cuentan muchos detalles que no aparecen en los Evangelios Canónicos, sin contradecirlos. Por la importancia de esas revelaciones individuales no oficiales el Papa San Juan Pablo II declaró Venerable a Ana Catalina. Un capítulo impactante es el de Jesús en el monte de los olivos al que pertenece este breve texto:
“Mientras la adorable Humanidad de Cristo estaba sumergida en esta inmensidad de padecimientos, los ángeles parecieron tener un momento de compasión; hubo una pausa, y yo noté que deseaban ardientemente consolar a Jesús, por lo que oraron ante el trono de Dios. Hubo un instante de lucha entre la Misericordia y la Justicia de Dios y el amor que se sacrificaba a sí mismo. Se me permitió ver una imagen de Dios, pero no como otras veces, sentado en su Trono, sino de forma luminosa; yo vi la Naturaleza Divina del Hijo en la Persona del Padre y como si hubiera sido apartada de su Seno. El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo estaba por así decir entre ellos y, sin embargo, los Tres no eran más que un solo Dios, pero estas cosas son imposibles de explicar”
El libro de la Amarga Pasión de Cristo, fue la base sobre la que Mel Gibson, rodó su espectacular película La Pasión, tan denostada en algunos ambientes sectarios e hipócritas.
Fidel García Martínez

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