Las imágenes de ciudadanos venezolanos que regresan a su país desde Colombia se suceden estos días en los medios de comunicación. Ante la imposibilidad de ganarse la vida en el exilio debido al confinamiento, muchos de ellos están optando por retornar a la patria que abandonaron a causa de la carestía de la vida, el hostigamiento político y la falta de libertades. Nada ha cambiado desde entonces, ciertamente. La pobreza sigue siendo creciente, y la economía, menguante. La única novedad es la amenaza del Covid-19, si bien la pandemia no está causando de momento grandes estragos, según los datos oficiales, que hablan de 256 casos diagnosticados y únicamente nueve muertos. Eso sí, si la pandemia se extiende la mortandad puede ser muy elevada, pues el sistema sanitario adolece de lo necesario para afrontarla con un mínimo de garantías.
Hoy por hoy, el principal quebradero de cabeza para los venezolanos sigue siendo la consecución de alimentos. Si esta ya era tarea difícil antes de la crisis, ahora lo es mucho más, pues el poder adquisitivo ha caído a causa de una cuarentena que imposibilita salir a trabajar con normalidad. Otro problema es el desabastecimiento de gasolina y los frecuentes cortes en el suministro eléctrico.
Janeth Márquez de Soler, directora de Cáritas Venezuela, ha declarado que su organización realiza la misma labor de ayuda a los necesitados de siempre —en alimentación, salud, higiene, etc.—, solo que ahora tiene «muchísimos más problemas» para hacerlo. «La Iglesia ha tenido que reinventarse», afirma.
Un ejemplo son las ollas solidarias. «Como ahora ya no pueden hacerse de forma colectiva, las estamos haciendo en casas individuales y llevando los platos a las casas de las personas más necesitadas», explica. En el campo asistencial, y dado que ha de respetarse el distanciamiento, los diagnósticos se hacen por teléfono y solo las personas con más problemas son citadas en los consultorios para evitar que se acumulen los enfermos.
«Estamos visitando casa por casa, sobre todo en las zonas más distantes, obteniendo diagnósticos de los ancianos, de las personas que están en más necesidad. Seguimos atendiendo a los niños con desnutrición aguda entregándoles los terapéuticos y recibimos llamadas para entregar medicamentos», relata. Además de talleres sobre higiene o tratamiento del agua a través de las redes sociales, Cáritas está llamando a que todos se preocupen de sus más allegados. «Es el momento de que cada calle, cada edificio se organice y haya un líder que pueda saber cuál es la situación de sus vecinos y quién es el que está más necesitado».
La directora nacional de Cáritas indica que esta crisis está teniendo también un aspecto positivo. «Es una multiplicación de dones, de solidaridad, de imaginación, lo que estamos viviendo hoy con esta pandemia», remarca. Unos 20.000 venezolanos colaboran hoy como voluntarios en las 34 Cáritas diocesanas del país.
Janeth Márquez de Soler es caraqueña, está casada y tiene dos hijos. Socióloga, politóloga y educadora comunitaria, en junio pasado fue distinguida con el Premio Humanitario 2019. Se lo concedió InterAction, una red conformada por 180 oenegés de todo el mundo que trabajan para erradicar la pobreza extrema y por un desarrollo sostenible.
