IV Sábado de Cuaresma. Via crucis de María
Texto litúrgico
“Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: -«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?»” (Jn 7, 52)
Imagen
Enterramiento del Señor, bajorrelieve, Catedral de Colonia (Alemania).
Décimo cuarta Estación
Jesús es colocado en el sepulcro
“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús” (Jn 19, 38-42).
Comentario
Puede parecer una lectura evasiva si contemplamos en el enterramiento de Jesús los signos más evidentes de quien entra en el lecho nupcial. Aunque el dramatismo de la escena no deja lugar a la poesía, el autor sagrado nos presenta sin embargo esta escena envuelta en lienzos con aromas, lienzos de noche de bodas. Jesús ha llevado a término su desposorio con la humanidad, ya goza del beso de su Padre, la losa no nos dejará ver el triunfo del Señor sobre la muerte, pero por esta noche todo es recreado y hecho nuevo.
María se queda con nosotros. Arrebatan a su Hijo hasta el trono de Dios, pero ella permanece intercesora. La Iglesia la ha proclamado Madre de Dios, Madre Virgen, Madre Inmaculada, Asunta al Cielo, Madre de la Iglesia, Madre de todos los hombres. En ella encontramos comprensión y acompañamiento para todas nuestras necesidades, como reza la letanía lauretana, y bajo su mirada podemos descubrirnos en el triunfo de su Hijo.
Cuestión
¿Sabes leer tu vida desde la muerte y resurrección de Jesús, o te quedas sumido en el dolor y en la prueba, sin esperanza? Los que contemplan al Crucificado, muerto y sepultado, tienen la certeza de que está vivo, y saben iluminar toda la vida con la luz pascual.

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