Inquietud por el futuro, por el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez
No voy hablar de la inquietud que genera en España la situación política de bloqueo, sin gobierno estable y otros problemas añadidos. Son bastantes los que tratan estos temas en verdad serios, complejos y donde falta un horizonte amplio que abogue por el bien común, preocupación por la sociedad de los españoles.
Estamos cansados de que los partidos políticos consideren que los oponentes no sólo es bueno que pierdan, sino que desaparezcan. No. Quiero referirme a algún problema más real, que inquieta en el presente y en el futuro inmediato y que responde a esta pregunta: ¿Cuándo voy a conseguir un trabajo? ¿Cuándo dejaré este empleo precario que me descorazona, o porque es precario y con poco salario, o porque tengo que unirlo a otros empleos para llegar malamente al final del mes?
¿Qué sienten esos hombres y mujeres al comprobar que pasan los meses y todo sigue igual o parecido? ¿Qué decir en casa, a los hijos, a los padres que ayudan, al banco al que tengo que pagar la hipoteca cada mes? Recuerdo un texto de Benedicto XVI: “Un trabajo “decente” es un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar (…), un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre y mujer” (Caritas in Veritate, 63).
En una franja importante de la sociedad española estas condiciones de trabajo no se dan, o porque no hay trabajo, o porque éste no es decente. Se puede encontrar datos, cifras y porcentaje de este problema por doquier. Pero quien puede constatarlo mejor son las personas que sufren este tipo de empleo “no decente”. Impresionan los testimonios de quienes describen su situación. Hablan lógicamente de empleos que alternan seis meses asegurados con otros tres en la economía sumergida, para no hacerla fija en plantilla. Contratos de media jornada pero que la persona trabaja más de 45 horas a la semana repartidas en seis días y 580 euros al mes.
Es la gran incertidumbre de tantas personas con miedo al día de mañana. Sin duda esto no es justo ni digno. ¿Cuántos aceptan cursos de formación diciendo que prefieren eso a no tener ningún ingreso? No es extraño que exista en la gente frustración, que piensen que no valen, que no tienen dignidad. Sucede, es verdad, que muchos ven que la empresa en la que trabajan no da para más. Es cierto, pero ¿cómo ajustar gastos y ahorrar un poco, aguantando otro poco? Si el trabajo no llega, ¿cómo resistir bien, con optimismo? Puedes apoyarte, ¡cómo no! En la fe. Muchos sin trabajo o con trabajo “no decente” lo hacen, pero en ocasiones, ¡se encuentran tan solos! Y esperan ayuda de sus hermanos en la fe, o esperanza para seguir luchando.
Yo tengo trabajo, a veces demasiado, tengo ilusión, proyección hacia el futuro aunque vaya para mayor. Por eso, puedo entender que nos inviten desde Cáritas, CONFER, HOAC, Justicia y Paz, JEC JOC, instituciones y movimientos cristianos, a la Jornada Mundial por el trabajo decente el día 7 de octubre. Es bueno hablar y preocuparse por esta situación real y por las personas que sufren de este mal. Es un mal que tenemos en nuestra familia, entre nuestros vecinos, en cada esquina. ¿Y no vamos a entristecernos cuando nuestros políticos sigan sin entenderse y sin afrontar con más decisión estos problemas reales y no los ficticios? Que todos podamos sufrir situaciones difíciles por catástrofes, por carencias concretas en nuestro país es duro, pero puede sobrellevarse, si ayudamos entre todos a salir de ese momento, pero que muchos de estos problemas de desempleo, de empleo precario, de trabajo “no decente” se puedan solucionar con un mirada más amplia hacia el bien común, lejos del egoísmo y por falta de entendimiento o de estrechez de miras, no se entiende, cuando son problemas verdaderos que las fuerzas sociales y políticas deberían afrontar con más decisión.
+ Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo y Primado de España

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