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Iglesias y cigüeñas

Iglesias y cigüeñas, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

La cigüeña blanca no es una especie en peligro de extinción. Ni siquiera está amenazada su supervivencia. Su actual estatus de especie protegida evita que se la dé caza o que se la hostigue en época de cría, y proviene de la situación que atravesó hace ya bastantes años, en la década de los ochenta del siglo pasado, pero desde entonces acá su población en España no ha parado de crecer, debido además de la protección a que cada año son más las parejas que hibernan en nuestro suelo, donde encuentran comida abundante y una climatología favorable. Podemos estar en una población en torno a las cuarenta mil parejas. De ahí que en un reciente programa de TVE se las haya llegado a calificar de “plaga”, al lado de ratas, cotorras, palomas, etc. 

Todo esto y más advertí hace ahora un año en una rueda de prensa (desde el minuto 9.30 a 19.55) celebrada con motivo del conflicto que resulta de proteger excesivamente los nidos -hasta llegar en algunas autonomías a no poderlos tocar- y las colonias de las propias aves, en detrimento de la conservación del patrimonio histórico-artístico protegido como bien de interés cultural. Hace unos años el Instituto del Patrimonio Cultural de España celebró un congreso de especialistas en conservación en el que quedó meridianamente claro que el anidamiento masivo de cigüeñas que se registra en muchas iglesias de nuestro país produce daño estético, físico y químico a los edificios que deben soportar estas colonias, y son una amenaza para la salud de los vecinos donde esto ocurre debido a que pueden caerse de los lugares donde están –algo que ocurre con no poca frecuencia- o acumular bacterias patógenas que ocasionalmente podrían transmitir enfermedades.

Por ello es más que conveniente que como mínimo se retiren los nidos de los tejados y espadañas nada más terminar el período de cría, dado que al año siguiente los animales los volverán a construir – por lo que no se hace en absoluto necesario que permanezcan todo el año deteriorando el edificio y siendo una amenaza contra la salud de los viandantes- y que a medio plazo se subvencionen traslados de las colonias a riberas y arboledas cercanas, algo que ya se ha hecho en muchos lugares con la ayuda de ayuntamientos, vecinos y ecologistas. Sobre este particular es imprescindible trabajar en la búsqueda de vías de conciliación entre la conservación del patrimonio natural y del patrimonio histórico, sobre todo cuando no hay una amenaza de desaparición de la cigüeña blanca, sino más bien una situación próxima a la “plaga” que podría afectar a la propia imagen bucólica del animal caso de producirse más accidentes, de transmitir enfermedades o de deteriorar gravemente al patrimonio. La cigüeña blanca anida mayoritariamente en árboles, y el desplazarla de los tejados no supone por tanto un riesgo para su supervivencia.

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