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Homilías y ángelus para el 6º domingo del Tiempo Ordinario (16-2-2014)

Homilías y ángelus para el 6º domingo del Tiempo Ordinario (16-2-2014)

Textos recopilados por fray Gregorio Cortázar Vinuesa, OCD

 NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)

(1/3) Benedicto XVI, Ángelus 13-2-2011 (ge hr sp fr en it po)

(2/3) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de la Sagrada Familia 14-2-1993 (it):

«1. “Dichosos los que caminan en la ley del Señor”.

Esta bienaventuranza, colocada como estribillo entre los versículos del salmo responsorial, resume muy bien el mensaje que la liturgia de la Palabra propone hoy a nuestra reflexión.

En efecto, de la ley del Señor nos habla, ya en la primera lectura, el Sirácida, recordándonos que el hombre no es ley en sí mismo, sino que está llamado a observar los mandamientos de Dios. Tomar conciencia de esta realidad significa aceptar la verdad íntima de la existencia humana y reconocerse criatura frente al Creador [cf Audiencia general 26-10-1983: Escollos: arrogancia, pasotismo y egoísmo (sp it)].

Una cierta cultura ha sostenido o temido que observar la ley del Señor y guardarla con todo el corazón puede ser mortificante o alienante para el hombre. Es totalmente falso. La ley de Dios es condición de vida, mientras que la muerte está al acecho trágicamente cada vez que el hombre la rechaza.

Esta es la experiencia de todo ser humano desde los comienzos de la historia. Nos lo recuerda hoy el Sirácida: “Ante los hombres están la vida y la muerte” (Si 15, 17). Basta mirar alrededor, en un mundo como el nuestro tan marcado por el mal, para sentir el estremecimiento del tremendo combate entre la vida y la muerte. Pero ¿acaso no lo sentimos también cada uno de nosotros, cuando miramos sinceramente el interior de nuestro corazón?

Debemos, por tanto, elegir. La palabra de Dios nos pone en guardia con respecto al tremendo riesgo de la libertad: “Si tú quieres, guardarás los mandamientos, para permanecer fiel a su beneplácito” (Si 15, 15). La libertad es un don incomparable, pero también es fundamento de deberes y responsabilidades. El hombre ha de responder de lo que hace.

2. “No penséis que he venido a abolir la ley y los profetas” (Mt 5, 17). También el Evangelio nos habla de la ley de Dios, pero aquí se trata de un tema más específico y exigente. En efecto, nos encontramos en el contexto del grandioso y solemne Sermón de la montaña, en el que Jesús presenta la ley de vida del reino de Dios, inaugurado por él mismo.

No es casualidad que las bienaventuranzas marquen el tono de todo el Sermón. Como ya había comprendido muy bien el Antiguo Testamento, Dios quiere nuestra alegría, y nos señala que su secreto se halla precisamente en la observancia de su mandamiento.

Lo que nos propone ahora, en la plenitud de la revelación, es algo exaltante y exigente, que está muy lejos del minimalismo ético construido a la medida de nuestra mediocridad. Dios es un Padre lleno de confianza hacia sus hijos, que invita a imitar cada vez más de cerca su perfección divina.

Así, en el pasaje de hoy, Jesús no duda en pedir a sus discípulos una justicia mayor que la realizada hasta el momento: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5, 20).

No hay que pensar que se está aludiendo aquí a una nueva ley moral; como Jesús mismo aclara: no ha venido “a abolir, sino a dar cumplimiento”. Se trata, más bien, de una nueva manera de entender los mandamientos, en la medida plena de sus implicaciones.

3. “Hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para nuestra gloria” (1Co 2, 7).

El apóstol Pablo nos ayuda a penetrar en este misterio de vida nueva, que se ha realizado plenamente en Jesucristo. En él asumen significado nuevo los diversos mandamientos de la ley.

No matar significará mucho más que el simple respeto a la vida, pues exige todas las delicadezas del amor fraterno, convirtiéndose en ley de acogida, de solicitud fraterna y de perdón siempre renovado. No cometer adulterio irá mucho más allá de una simple reglamentación exterior de las relaciones entre hombre y mujer, y exigirá una actitud de respeto vigilante e interior en el mismo modo de pensar del sexo opuesto. Y por último, las relaciones sociales han de trasformarse en relaciones de auténtica solidaridad entre hermanos, vividas con cordialidad, sencillez y verdad: “Sea vuestro lenguaje: sí, sí; no, no: que lo que pasa de aquí viene del maligno” (Mt 5, 37).

Frente a esas altísimas exigencias no podemos menos de advertir la humillación de nuestra mediocridad culpable. Sí, debemos reconocer que, a veces, en nuestro modo de ser Iglesia no vibra este anhelo de perfección. Sentimos la tentación de acomodarnos a la lógica mundana, contra la que nos pone en guardia san Pablo en la carta a los Corintios, mientras nos invita a acoger la sabiduría divina.

Hoy el Señor espera de nosotros una respuesta generosa. No tengamos miedo a la santidad. Confiemos en Dios. Su palabra nos llama a todos a un compromiso renovado de fidelidad y testimonio (…).

6. (…) Jesús no defrauda. Solo él es el mismo ayer, hoy y siempre. Él es compañero seguro en la alegría y el dolor, pobre con los pobres, doliente con los enfermos y atribulados, guía en las travesías de la vida, y garantía de paz terrena y salvación eterna (…).

7. “Señor, sé la roca de mi refugio… Por tu nombre dirígeme y guíame” (Antífona de entrada)».

(3/3) Pío XII, Discurso al XIII Congreso de la Asociación Internacional de Psicología Aplicada 10?4?1958 (sp): «Nos definimos la personalidad como “la unidad psico-somática del hombre, en cuanto determinada y gobernada por el alma”…

Existen personalidades de valor y otras insignificantes; algunas son turbias, viciosas o depravadas; otras son desarrolladas, rectas, honestas. Pero tanto las unas como las otras revisten esos caracteres porque ellas, por su libre decisión, se han dado tal o cual orientación espiritual…

Los rasgos más importantes de la personalidad, desde el punto de vista moral y religioso, son los siguientes:

a) El hombre es totalmente obra del Creador… Cuando se considera al hombre como obra de Dios, se descubren en él dos características importantes para el desarrollo y el valor de la personalidad cristiana: su semejanza con Dios, que procede del acto creador, y su filiación divina en Cristo, manifestada por la Revelación…

b) El hombre tiene la posibilidad y la obligación de perfeccionar su naturaleza no como él la entienda, sino según el plan divino. Para perfeccionar la imagen de Dios en su personalidad, no debe seguir sus instintos, sino las normas objetivas…, que se imponen a su inteligencia y a su voluntad y que le son dictadas por su conciencia y por la Revelación…

c) Decir que el hombre está obligado a observar ciertas reglas de moralidad es tenerle por responsable, creer que tiene la posibilidad objetiva y subjetiva de obrar según estas reglas…

d) El hombre sobre la tierra puede querer el bien o el mal; pero, una vez separada del cuerpo por la muerte, el alma queda fijada en las disposiciones adquiridas durante la vida… El elemento decisivo en la estructura de la personalidad es la actitud que adopta su misma naturaleza con relación a Dios. Si está orientada hacia él, en esta orientación permanecerá; si, por el contrario, se ha apartado de él, mantendrá la disposición que voluntariamente se impuso».

LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que así iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NUEVA VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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