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Homilía del obispo Leonardo Lemos en la Misa celebrada en la Catedral de Ourense con motivo del Día del Docente organizado por ANPE

(Pronunciada en gallego, envío traducción al castellano)

 

Sed bienvenidos a este templo que es el alma de esta ciudad, cálida y acogedora como sus habitantes. Lo hacéis en este día, al comienzo de un nuevo curso, en el que realizáis, como ya viene siendo habitual el “Homenaje al docente”.

Esto quiere ser una fiesta que esta comunidad docente y lo queréis celebrar como lo hace la mayor parte de nuestro pueblo cuando quiere expresar sus sentimientos más íntimos. Lo hacéis con una Misa en la que queréis dar gracias a Dios por todos sus beneficios y en memoria de todos aquellos que, formando parte de esta comunidad docente, hoy ya viven en la eternidad. Lo hacéis viviendo esta realidad de fe porque sois conscientes de que nuestro pueblo tiene unas profundas raíces cristianas que impregnan nuestra cultura e historia. Lo queréis hacer reuniéndoos en este templo de la Iglesia que peregrina en las tierras de Ourense, en medio de luces y sombras, pero con la certeza que le da su fe y su esperanza, que como alegría de la fe, le da impulsos de eternidad.

Esta casa de oración, de culto y de cultura os acoge con afecto y, su obispo se dirige a vosotros con las mismas palabras proclamadas en la liturgia, con las que el Apóstol Pablo se dirigía a los cristianos de la Iglesia de Éfeso:

Hermanos/as, “yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el padre de la Gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que nos da en herencia, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos

Sí, solo desde la perspectiva de una inteligencia abierta como la vuestra  y de un corazón disponible para el servicio de la docencia, se puede entender vuestra presencia hoy aquí. Cuando las ideologías no coartan nuestras vidas, entonces somos conscientes de esa extraordinaria grandeza que poseen los que tienen su espíritu abierto a la Verdad, a la Bondad  y a la Belleza, en definitiva, a Dios.

Y, recordando el Evangelio de san Lucas que acabamos de proclamar, aquel que se pone de parte de la verdad sabe que su vida se convierte en un servicio – un ministerio decimos nosotros-, un servicio a la noble causa del otro, a través del ejercicio de la docencia.

Mis queridos amigos: Nuestros niños y jóvenes, hoy más que nunca, que estamos viviendo el ocaso de viejas ideologías, necesitan auténticos maestros; es decir, personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, que sepan escuchar y que vivan en su propio interior, de forma inteligente, ese diálogo interdisciplinar. Todas las disciplinas del saber son necesarias para ayudarles en este camino de la verdadera y auténtica sabiduría  ¡todas! También la enseñanza de la Religión. No solo el conocimiento abstracto del Hecho religioso en general ayudará a nuestros jóvenes a que tengan una inteligencia despierta y posean una auténtica formación integral, sino también el estudio de la Enseñanza de la Religión, en su sentido confesional. Esta enseñanza constituye un camino impresionante de una auténtica socialización de nuestros jóvenes, que les ayudará a romper ese solipsismo al que le avocan ciertas medios tecnológicos. La enseñanza de esta materia, además de darle una cultura general, le abrirá su inteligencia y su corazón para poder vivir y plasmar en su entorno las grandes virtudes humanas que dibujan una personalidad auténticamente madura.

No ayudaremos a nuestros niños y jóvenes en la búsqueda de la verdad y en la lucha por conseguir la autentica sabiduría, si le proponemos una docencia sesgada o parcial, cuando no manipulada o recortada de acuerdo con nuestros caprichos o criterios.

Aquel gran pedagogo clásico, que algunos llegaron a denominarlo como el divino Platón, nos recuerda que la juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. El mismo afirma: Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos.

Vosotros sois hombres y mujeres que, por vocación, sois docentes. Sabéis también como yo que ejercía tareas docentes durante más de dos décadas, que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, por cierto, cada vez menos, y a veces manipulados o ideologizados, sino que es una tarea formativa de niños y jóvenes a quienes, en primer lugar, debemos esforzarnos por comprender y querer, y en los que debemos suscitar esa sed de verdad que el ser humano posee en lo más profundo de su corazón, así como encauzar ese afán de superación que poseen y que jamás será satisfecho plenamente hasta que encuentren y descansen en esa Verdad que les hará eternamente libres.

Os encomiendo, a todos los aquí presentes, a vuestras instituciones y familiares, a Santa María Nai, Sede de la sabiduría, para que ella os proteja y os acompañe hoy y siempre, como auténticos peregrinos de la Verdad. Que asís sea.



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