Esta tarde ha tenido lugar en la catedral del Salvador de Ávila la misa funeral por los fallecidos a causa del COVID-19, un funeral presidido por el obispo de Ávila, monseñor José María Gil Tamayo, y en el que se ha dedicado un recuerdo especial a los mayores, al ser la fiesta litúrgica de San Joaquín y Santa Ana, patronos de los abuelos.
Durante su homilía, el obispo de Ávila ha asegurado que ésta está siendo «una crisis de preguntas existenciales profundas, porque nos creíamos felices, nos creíamos los dueños del progreso, porque creíamos que estábamos en el mejor de los mundos. Porque creíamos que lo teníamos todo. Y aparece esta calamidad, que todavía nos amenaza, hasta el punto de provocar angustia, temor, de hacer que nos relacionemos de manera diferente. Y podemos preguntarnos ¿por qué, Señor?, ¿por qué nos ocurre esto?, ¿qué sentido tiene la vida para segarla así, de manera colectiva, con esos miles y miles de muertos? Podemos decir, como la hermana de Lázaro, “si hubieras estado aquí, nada hubiera pasado”. Porque a veces parece como si Dios nos hubiera dejado». Sin embargo, «Dios no se ha ido. Está a nuestro lado. Lo percibimos y nos damos cuenta en tanta gente buena, que ha arrimado el hombro, que ha mostrado su cariño».
Para D. José María, «esta crisis tiene que ser un toque de atención para replantearnos nuestra vida». «No basta con las normas sanitarias que hemos de cumplir- ha asegurado-. Esta crisis nos tiene que cambiar a nosotros. Nos tiene que cambiar el corazón, nuestras costumbres, la manera de plantearnos las grandes cuestiones. Nos podemos ir en cualquier momento. Somos absolutamente dependientes de Dios y de los demás. Vivimos en una debilidad, ¡y cómo lo hemos experimentado algunos!».
Durante su homilía, el prelado ha dirigido, además, palabras de consuelo y cercanía a las familias de las víctimas. «Queridas familias, habéis sufrido no sólo el desgarro de la muerte, de ser arrebatado alguien de vuestra carne y sangre. Lo habéis sufrido además sin haber podido acompañarles en ese momento final de la vida, cuando más necesitamos y experimentamos nuestra dependencia de Dios y de los demás. Sin el auxilio de vuestras caricias, de vuestra cercanía». Por eso con este funeral «estamos cumpliendo un deber de justicia y de caridad. De justicia para aquellos que nos han dejado y que no han recibido el homenaje público (sí el afecto). Y un acto de caridad cristiana, el rezar por nuestros difuntos».
Asimismo, el obispo de Ávila dedicó una mención especial, también, a los mayores, en este día en que se celebra San Joaquín y Santa Ana, el Día de los Abuelos. «Les debemos tanto» ha dicho. «Lo que tenemos es el fruto de su esfuerzo. Tenemos que agradecerlo. Esta crisis ha puesto ante nosotros una serie de carencias familiares, personales, sociales, hacia aquellos a quienes debemos todo». «Tienen que cambiar nuestras actitudes, nuestra percepción de la familia, en la que parece no tener cabida siquiera la memoria de los que lo han dado todo por nosotros».
Por último, la Eucaristía terminaba a los pies de la Virgen, implorando su intercesión por el fin de la pandemia, con la oración preparada por el Papa Francisco a tal efecto, y que el propio Mons. Gil Tamayo pronunció hace unas semanas en el funeral celebrado en la Catedral de la Almudena (Madrid).
