Pablo Pérez Ayala, hermano de Rubén, el sacerdote fallecido en la explosión del edificio del centro parroquial de Virgen de la Paloma, presidió el funeral por su hermano y el padre de familia David Santos. Una ceremonia íntima a la que han asistido sus familiares y allegados, así como hermanos de comunidad y catequistas del Camino Neocatecumenal, en el que ambos caminaban en la fe.
Antes de comenzar la celebración, y ante los féretros de los difuntos, el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, ofreció un responso en el que ha pedido «que nuestro hermano, el presbítero Rubén, goce ahora contemplando cara a cara esta misma Verdad» que «nos predicó con celo». Y que «Nuestra Madre la Virgen María, en esta advocación de la Paloma», muestre a ambos a su Hijo. El féretro de Rubén estaba recubierto con su casulla y su estola, y con su Biblia, «la que le ha fortalecido», expresó su hermano, con la que escrutaba la Palabra, y que fue rescatada de entre los cascotes. Y ambos tenían también una palma, porque «han profesado su fe» en Jesucristo, en el Padre y en el Espíritu Santo, y con esta fe se han ido al cielo, ha destacado.
Rubén y David fueron dos hermanos de comunidad «que han partido juntos» y que ya en este mundo estaban unidos por un vínculo muy profundo: una «amistad verdadera», porque estaba «fundada en Jesucristo», expresó emocionado el sacerdote que estuvo acompañado por numerosos presbíteros, entre ellos Alejandro Aravena, Moisés León y Gabriel Benedicto, sacerdotes de la parroquia en la que se produjo el suceso, que se encontraban allí en el momento de la deflagración y que resultaron ilesos. de la III, donde se ubica La Paloma.
En este jueves, día en que justo se cumplían los siete meses de la primera Misa de Rubén, recordaba el sacerdote sus palabras en su también primera homilía como presbítero, en las que decía tener la «certeza de que el Señor no le iba a abandonar». Y así se lo dijo Pablo Pérez a Sara, la mujer de David: «Tú sabes que el Señor nunca te ha defraudado» y, como dice la Escritura, «el Señor no abandona a la viuda y al huérfano».
Y aunque haya momentos de desierto, como en el que se adentrarán los familiares de los fallecidos y como recordaba la lectura de Oseas –elegida porque fue la que se proclamó en la boda de David y Sara–, el desierto es el lugar en el que «nos encontramos con el Señor», y en el que «descubrimos que sin Él nada tenemos».
«¿El tío Rubén se ha llevado el teléfono al cielo?»
«Papá nos va a cuidar desde el cielo», decían hoy las hijas de David. Y uno de los sobrinos del sacerdote fallecido preguntó: «¿Pero el tío Rubén se ha llevado el teléfono al cielo?». El celebrante ha puesto como ejemplo esta fe y confianza de los niños, y ha asegurado que no hacen faltan móviles porque «vamos a estar en una comunión perfecta».
Ha apelado también a la esperanza, la que demostraron sus padres «mientras veíamos cómo se apagaba» la vida de Rubén. «Que esto no nos permita dudar del amor de Dios», dijo su padre. Pablo Pérez Ayala ha concluido su homilía reconociendo que fue una «gracia» administrarle a su hermano la Unción y la indulgencia y, como le escribieron en la corona de flores y decían las niñas de David, pidió que ambos «cuiden juntos de nosotros desde el cielo y, si no están ya, que puedan estar pronto disfrutando del Señor en su presencia».
Tras la Misa funeral, que ha reunido a más de 14.000 espectadores simultáneos en YouTube, los entierros serán este viernes
