13 de abril, lunes de Pascua. Un nuevo día de dolor y sufrimiento para cientos de miles de personas en todo el mundo; un mundo sometido por un simple virus —el Covid-19— que nos recuerda a un tiempo nuestra arrogancia y nuestra pequeñez. El Papa Francisco ha comenzado la misa matutina de hoy en Casa Santa Marta orando para que gobernantes, científicos y políticos encuentren el camino correcto para salir de esta crisis, un camino —ha dicho— que debe ser «siempre en favor de la gente, siempre en favor del pueblo».
El Evangelio de hoy (Mt 28, 8-15) habla de cómo Jesús resucitado se aparece a algunas mujeres y les pide que digan a los discípulos que vayan a Galilea; también, del soborno de los ancianos del consejo a los soldados que custodian el sepulcro para que estos testifiquen que los discípulos han robado el cuerpo del Señor durante la noche.
Los sacerdotes, los doctores de la ley —ha dicho el Papa en la homilía— compraron el silencio de los testigos. «Es como siempre: cuando no servimos a Dios, al Señor, servimos al otro dios, al dinero. Recordemos lo que dijo Jesús: son dos señores, el Señor Dios y el señor dinero. No puedes servir a los dos».
Hoy, ha indicado Francisco, también se da esa misma disyuntiva entre la esperanza que nos ofrece la resurrección de Jesús y la nostalgia de la tumba. «Ante el próximo —esperemos que pronto— fin de esta pandemia, hay la misma opción: o nuestra apuesta será por la vida, por la resurrección del pueblo, o por el dios dinero: volver a la tumba del hambre, la esclavitud, las guerras, las fábricas de armas, los niños sin educación… Ahí está la tumba».
«Que el Señor, sea en nuestra vida personal sea en nuestra vida social —ha pedido—, nos ayude siempre a elegir el anuncio: el anuncio que es horizonte, está abierto, siempre; nos lleve a elegir el bien del pueblo. Y nunca caiga en la tumba del dios dinero».
