Cuando el cristiano dice que “cree en Dios”, está respondiendo desde la fe a una triple iniciativa del mismo Dios en su favor. Esta triple iniciativa tiene su origen en la acción creadora del Padre, prosigue en la misión redentora del Hijo, que ha querido vivir con nosotros para ofrecernos la vida divina mediante su muerte y resurrección, y se actualiza en el tiempo mediante la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
Desde los primeros momentos de la Iglesia, quienes querían recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, después de un exigente catecumenado, tenían que confesar públicamente su fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta misma confesión de fe la pide hoy la Iglesia a los padres y padrinos que solicitan el bautismo para sus hijos o ahijados. Sería una gran contradicción que los padres se mostrasen dispuestos a educar a sus hijos en la fe de la Iglesia, si ellos no están verdaderamente convencidos de la importancia de la fe que han de transmitirles.
Las mismas preguntas sobre la fe en la Trinidad las hace también el obispo a los adolescentes, jóvenes o adultos, que se acercan a recibir el sacramento de la confirmación, después de un proceso de catequesis que se prolonga durante algunos años. Cuando el obispo formula estas preguntas, los jóvenes parecen responder con convicción, es decir, parecen dispuestos a vivir de acuerdo con las enseñanzas del Señor, a quien se supone han conocido y seguido durante la etapa catequética. La realidad, sin embargo, nos dice que la mayor parte de los que se confirman se alejan muy pronto de la Iglesia y siguen viviendo como paganos.
Ante la constatación de esta realidad, que produce profundo sufrimiento a sacerdotes, religiosos, catequistas y obispos, suelo preguntarme qué tendríamos que hacer en el fututo para transmitir la fe. ¿Podemos seguir administrando los sacramentos sin tener alguna garantía de que niños y jóvenes van a recibir en la familia el acompañamiento y el testimonio necesarios para llegar a conocer y vivir su condición de hijos de Dios?. ¿Cómo es posible confesar que se cree en Dios y que luego nuestros comportamientos religiosos y sociales se orienten por caminos al margen de su persona y de sus enseñanzas?
El sacramento recibido puede ser válido, pero esto no basta. Es necesario poner los medios adecuados para que produzca sus frutos en la vida de los niños, jóvenes y adultos. Para ello será imprescindible buscar y aplicar los medios adecuados para una renovación de la fe de todos los miembros de la comunidad cristiana, especialmente la fe de aquellos que se preparan para recibir un sacramento. Ciertamente el sacramento acrecienta la fe cuando se recibe con las debidas condiciones, pero esto presupone que existe fe en quienes lo reciben.
Guiados por la acción del Espíritu, es urgente que busquemos nuevos caminos para la transmisión de la fe, pues nos encontramos en una sociedad en la que muchos afirman creer que Dios existe, pero realmente no creen en Dios, es decir, no están dispuestos a entregarse a Él, a confiarle el sentido de la vida y a poner en sus manos el destino de la existencia como respuesta a la alianza de amor que Él nos ofrece.
Con mi sincero afecto, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Añadir comentario