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¿Está en peligro la democracia en Perú? La Iglesia cree que sí
Presentación de la «Proclama ciudadana: juramento por la Democracia», con monseñor Cabrejos y el cardenal Barreto, presidente y vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal de Perú.
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¿Está en peligro la democracia en Perú? La Iglesia cree que sí

El próximo 6 de junio Perú elige a su nuevo presidente. Más de 25 millones de ciudadanos están llamados a elegir entre los dos candidatos más votados en la primera vuelta celebrada el pasado 11 de abril: Pedro Castillo, de Perú Libre, y Keiko Fujimori, de Fuerza Popular.

¿Está en peligro la democracia en el país andino? La Iglesia católica cree que sí. Y por eso la Conferencia Episcopal ha lanzado junto a otras tres instituciones —la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y la asociación civil Transparencia— la llamada «Proclama ciudadana: juramento por la democracia». Se trata de una iniciativa inédita que exige a los dos candidatos que se comprometan a defender los principios de la democracia y los derechos humanos. En el acto de presentación intervinieron monseñor Miguel Cabrejos, arzobispo de Trujillo y presidente del episcopado y del CELAM, y el cardenal Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo y vicepresidente primero y presidente de la REPAM.

«Esta proclama ciudadana —dice el documento, presentado el 8 de mayo— demanda a los candidatos Pedro Castillo y Keiko Fujimori comprometerse, bajo la solemnidad de un juramento público a garantizar el mantenimiento de los elementos esenciales de la democracia contenidos en este documento. Si alguno de los candidatos se negara a firmar o no cumpliera el juramento, la sociedad civil democrática advertirá los peligros de ello y sabrá defender nuestra democracia».

En total, son doce los puntos sobre los que se exige juramento a los dos aspirantes a ocupar la Casa de Pizarro. Lo primero que se les demanda es el máximo esfuerzo para «vencer la pandemia con estrategias eficaces con base científica para la prevención del contagio, la aplicación de tratamientos y la vacunación universal». Y lo segundo, que respeten y defiendan el derecho a la vida y todos los derechos humanos, incluidos los de las minorías y marginados, para garantizar «una sociedad inclusiva, tolerante y plural».

Junto a estas dos exigencias de tipo «genérico» hay otras mucho más concretas. Así, por ejemplo, se pide a Fujimori (extrema derecha) y Castillo (extrema izquierda) que juren que, en caso de llegar a la presidencia, dejarán el poder una vez finalice la legislatura (el 28 de julio de 2026) y que no buscarán ni intentarán la reelección. Se les exige, asimismo, que juren que cualquier reforma de la Carta Magna que pudieran acometer la hagan «a través de los mecanismos constitucionales vigentes y en respeto al Estado de Derecho»; e igualmente que «juren respetar y proteger la independencia y los fueros de los otros poderes del Estado», «la libertad de opinión y prensa», «la libre asociación sindical», etc.

El «Juramento por la Democracia» es algo inédito en la historia reciente de Perú. Nunca antes la Iglesia había promovido y respaldado un documento de esta naturaleza —menos aún en campaña electoral— que obliga a los «finalistas» en la carrera electoral no solo a posicionarse, sino a «jurar» una serie de compromisos. Pero las elecciones del 6 de junio tampoco son normales. Y ello, por dos motivos: el primero, porque Perú vive inmerso desde hace tiempo en una gravísima crisis institucional asociada a la falta de credibilidad de su clase política. La pregunta del Papa Francisco en su visita de enero de 2018 sobre qué estaba pasando en este país, en donde todos sus presidentes acababan en la cárcel (Alan García se suicidaría al año siguiente, cuando iba a ser detenido), no han pedido vigencia. En los últimos cuatro años Perú ha tenido cuatro mandatarios más: Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti.

La segunda razón por la que estas elecciones son anómalas es porque los dos candidatos entre los que deben elegir los ciudadanos distan mucho de ser los idóneos para reconstruir una sociedad fracturada como esta.

Castillo: el fantasma «Venezuela»

Pedro Castillo, que considera que «en Venezuela se vive en una democracia», es un Chávez en potencia. Este líder sindical de la enseñanza que busca implantar un «Estado socialista», fue la gran sorpresa de las elecciones de abril, ganadas por él con algo más del 19% de los votos cuando los sondeos previos solo le daban un 3%-6%. Su programa, radical y populista, llama prácticamente a la refundación de la República. Propugna la derogación de la Constitución de 1993 (promulgada tras el autogolpe de Alberto Fujimori) y la conformación de una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Carta Magna; quiere que los jueces de la Corte Suprema sean elegidos en consulta popular y no por el Congreso; y aboga por último por «regular» los medios de comunicación y por nacionalizar los recursos naturales, cuya privatización quiere prohibir.

Pedro Castillo, vencedor de la primera vuelta en abril.

Castillo representa sobre todo el voto del Perú rural, del Perú abandonado por la capital. Y puede decirse que es un candidato de confrontación: entre clases sociales, entre las provincias y Lima… Ha prometido que si es presidente destinará a Educación el 10% del PIB, que ayudará a los docentes —suele aparecer en campaña con un lápiz gigante— y que suprimirá de la televisión los programas basura.

Fujimori: el fantasma «corrupción»

Keiko Sofía Fujimori Higuchi (1975) tampoco parece ser la mejor opción para sacar a Perú de la crisis. La hija del expresidente Alberto Fujimori está siendo investigada por corrupción. Ha podido presentarse a las elecciones porque no ha sido condenada, pero ya ha estado en prisión preventiva en dos ocasiones (2018 y 2020) por haber presuntamente comprado y presionado a testigos dentro de la investigación que se sigue contra ella por lavado de activos. La Fiscalía le acusa de haber recibido sobornos de la constructora brasileña Odebrecht para financiar una de sus campañas.

Keiko Fujimori es conducida ante el juez.

Este es el tercer intento de Fujimori por alcanzar la presidencia y convertirse, así, en la primera mujer presidenta de Perú. En el primero, en 2011, perdió en segunda vuelta con Ollanta Humala; y en el segundo, en 2016, acabó siendo derrotada por Kuczynski pese a haber sido la más votada en la primera ronda. Fujimori representa a la derecha ortodoxa y conservadora de ese cáncer que sufre Perú que es la corrupción.

Pese a ser totalmente antagónicos, Fujimori y Castillo tienen dos puntos en común: ambos son partidarios de la mano dura contra la delincuencia, y ambos están en contra del aborto y del «matrimonio» homosexual, aunque la primera estaría dispuesta a discutir el tema como «unión civil».

Perú elige al que será el presidente del Bicentenario este 6 de junio. La mayoría de electores votarán al que consideren «mal menor», pues ninguno de los dos goza del respaldo mayoritario del pueblo. A día de hoy, el «antivoto» de la líder derechista parece mayor que el del candidato de la izquierda, pero los sondeos indican que la ventaja de este se va recortando conforme se acerca la cita con las urnas.

Los dos candidatos han suscrito ya la Proclama Ciudadana que propugna la Iglesia. Fujimori lo hizo el domingo 9 de mayo y Castillo al día siguiente, durante un mitin en Iquitos.



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