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REPORTAJE ECCLESIA: Del cuidado de la Casa Común a Iniciativas a raíz de la Laudato si´

«La tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros» (LS 20). «Es necesario invertir mucho más en investigación para entender mejor el comportamiento de los ecosistemas y analizar adecuadamente las diversas variables de impacto de cualquier modificación importante del ambiente» (LS 42). «El drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo» (LS 178).

El 24 de mayo de 2015, el Papa Francisco dio a conocer al mundo la que ha sido tildada como la «encíclica ecológica»: la Laudato si´.

Seis años después, concluida la semana de reflexión a propósito de las líneas maestras marcadas por el Santo Padre para el cuidado de la Casa Común, su vigencia ha superado la barrera de la actualidad o el etiquetado ideológico, y se vuelve un reclamo ineludible que apunta a la cooperación internacional de los gobiernos y el sistema financiero; del tejido empresarial y la sociedad civil; y que requiere la involucración de los fieles católicos, a los que Francisco encarga la misión de ponerle freno a la contaminación y sacar adelante proyectos que no aumenten la degradación de la tierra que nos acoge, favoreciendo la ecología integral e integradora.

La incorporación en los últimos diez años de cerca de tres mil millones de personas a un mercado global, sustentado en el consumismo para su sostenimiento económico, junto al despilfarro continuado y sin cortapisas de Occidente o el abandono a su suerte en política medio ambiental de los países menos desarrollados, hace inviable la operatividad de sectores que hasta la fecha han sido los puntales del modelo productivo vigente. Aquí se incluye a la industria ganadera, inmobiliaria, automovilística, tecnológica, agrícola, maderera, textil, de transportes o las empresas que se dedican a la explotación de los recursos energéticos.

Como señala el Papa, «el desafío urgente de proteger nuestra Casa Común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (LS 13). «Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos». (LS 14).

Sin embargo, este proceso de readaptación, de apuesta por un mundo más limpio, no puede llevarse a cabo de cualquier manera, pues, toda actividad humana, aunque su fin pudiera ser honorable, no está desprovista de la posibilidad de ser utilizada partidariamente para beneficio de unos pocos en detrimento del conjunto de la comunidad. Es por ello que Francisco advierte de la necesidad de ir a la raíz de la cuestión con arrojo, señalando a los responsables de las acciones que afectan al planeta, y aprovechando las oportunidades que nos ofrece la sociedad del conocimiento y la información en la búsqueda de soluciones efectivas.

En este reportaje abordamos un caso paradigmático de mala praxis ecológica en España, otro de éxito en Guadix, el trabajo que están desempeñando las diócesis en nuestro territorio para ser más eficientes energéticamente y un proyecto de concienciación en la República Democrática del Congo, que pretende llegar a 1,8 millones de alumnos para acabar con los vertederos ilegales y el desembarque de 60 toneladas de basuras diarias al Atlántico.

Sol a cambio de hortalizas

A 200 kilómetros de Madrid, tras surcar los caminos cercados por chaparros y tierras en barbecho, se encuentra Majadas de Tiétar, en la provincia de Cáceres. Esta pequeña población, que apenas supera los mil habitantes, fue noticia hace 12 años por la instalación de una de las plantas termosolares más grandes de Europa.

Gestionada por Acciona, la nueva infraestructura garantizaba la creación de más de 350 puestos de trabajo en la región para su puesta en marcha y otros 40 en los años posteriores para su mantenimiento. Parecía un movimiento redondo tanto para el consistorio, gracias al canon de explotación y las retenciones fiscales, como para los lugareños, a los que se les abría un nuevo horizonte laboral alejado de las fatigas y sinsabores de la producción del campo.

Tras el boom de las energías renovables, subvencionadas hasta el cien por cien con fondos estatales y europeos, y después de la crisis económica de 2008, el panorama para los vecinos de Majadas ha cambiado radicalmente. A día de hoy, el pueblo tiene una tasa de paro que supera el 19 por ciento, Acciona se ha deshecho de sus participaciones y de la dirección del proyecto, y las 121 hectáreas —unos 185 campos de fútbol— de las instalaciones del campo solar son inutilizables para lo que históricamente sirvieron aquellas zonas de regadío: la agricultura.

José Manuel Mesa, ingeniero de Tecnatom durante 42 años, conoce de cerca esta realidad porque durante diez años, de 2007 a 2015, ha sido técnico analista de accidentes en la central nuclear de Almaraz, a 18 kilómetros de Majadas.
Durante su dilatada experiencia profesional ha estado en Estados Unidos, Sudáfrica, República Dominicana, México y Argentina, instruyendo y formando a otros ingenieros y diseñadores, y su conclusión, después de haber tratado con distintas administraciones en materia energética, es la misma: «Nunca se debería mezclar el bienestar de las personas y el medio ambiente con la política». A su juicio, todo lo que está aconteciendo con la gestión de la electricidad, tanto en España como en el resto del mundo occidentalizado, es de una «extrema gravedad» porque no se está explicando adecuadamente cómo funcionan y qué implicaciones tienen. Majadas es un ejemplo de ello. «Lo que al final ha ocurrido es que se ha convertido una zona de regadío en una zona árida de muy difícil recuperación. Esquilmar la tierra fértil tiene una implicación a todos los niveles». Considera que disponemos de poca información verídica sobre los costes energéticos y el funcionamiento de la red eléctrica. «Es igual que una red de caudal de agua. Para que se consuma, alguien debe distribuirla. Si el consumo aumenta, el distribuidor da más e igual a la inversa. Con la privatización se han generado nuevos intermediarios, las eléctricas, que antes tenían todas las fases del ciclo. Antes de la subasta había precios fijos de compra y venta. El Ministerio fijaba esos precios para que las compañías no perdieran dinero y los consumidores no se vieran tan afectados. Con la liberalización del sector, vivimos un vaivén de precios permanente, lo que hace que no se puedan hacer previsiones a medio o largo plazo, estando a merced de unos pocos».

Sobre las energías limpias, Mesa se muestra algo escéptico no tanto en su aplicación y beneficio sino en la opacidad con la que se informa de su utilidad y sobre los abusos que ha habido por parte de las distintas administraciones y empresas implicadas. «Se ha tributado a los consumidores por usar energías limpias cuando no es posible tal cosa porque toda la energía, como explicamos antes, va a parar a la red eléctrica». «Lo que no se dice es que las eólicas, que afectan enormemente al ecosistema y a las especies autóctonas, y las solares, están subvencionadas, son las más caras y generan poca mano de obra. Ahora, por ejemplo, están en auge las de biomasa, que se ocupan de quemar los desechos industriales. De estas, decir que producen poca energía y generan una gran cantidad de residuos que dañan el medio ambiente. Para que nos hagamos una idea: por cada kilovatio de este tipo de energía se generan más desechos que cualquier central nuclear o de carbón». Respecto a la energía solar, Mesa deja un dato: «La construcción de una placa de este tipo requiere más energía de la que va a producir en toda su vida. En otras palabras, una placa solar no puede producir la suficiente energía para producir otra igual».

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