La Iglesia española ante el reto de la evangelización de los sordos
De sesenta y nueve diócesis en España, solo poco más de una docena tienen organizada la pastoral de atención a personas con deficiencias auditivas. Sin embargo, las estadísticas confirman que el dos por mil de la población sufre esta dificultad. Por ello uno de los objetivos del Encuentro Nacional de Pastoral del Sordo, que durante esta semana reúne a sesenta representantes en el Seminario Diocesano Mater Dei de Segorbe-Castellón, es concienciar de la necesidad de comprometerse en este ámbito de pastoral.
Esta urgencia se suma a la voluntad de la Iglesia Católica de dar un impulso a la evangelización. Durante el turno de preguntas de la conferencia sobre Nueva Evangelización, impartida por el responsable de la Pastoral del Sordo en la diócesis anfitriona, Raúl López, una participante manifestaba con la expresividad característica del lenguaje de signos que muchos sordos no conocen el amor de Dios, y que son los propios sordos los que tienen que hacer que lo descubran.
En este sentido se había referido el ponente en su intervención: “Todos estamos elegidos para ser testigos de Jesús”, aseguraba López, para exhortar a continuación a dejarse transformar desde el interior ya que “una experiencia viva con Cristo nos impulsa a evangelizar; la gente nos mira, y ven si somos buenos cristianos. Que los hombres y mujeres de hoy puedan ver a Jesús a través nuestro”, concluía.
El responsable de la pastoral del sordo de Barcelona, Xavier Pagès, definía el ámbito de actuación de la pastoral del sordo como “ofrecer todo lo que de ordinario se encuentra en una parroquia, adaptado a las dificultades comprensivas y expresivas que supone la sordera”. Esta pastoral debe desarrollarse sin complejos, y por eso Raúl López pedía una respuesta a ámbitos concretos como la iniciación cristiana, el acompañamiento de las familias, y la formación. Esta no debe tener miedo de tratar ningún tema, como charlas bíblicas o los documentos del Concilio Vaticano II, que en 2012 cumple cincuenta años, como aseguraba Jaime Gutiérrez, de la archidiócesis de Madrid.

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