“Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”. (Mt 13, 30)
- En todas las sociedades hay personas que no toleran a las personas que les parecen diferentes. ¿A qué se debe esa intransigencia de los que excluyen a los que no comparten sus ideas?
- A veces la situación es mucho más difícil, cuando se percibe que en la comunidad conviven personas que aman el bien con otras que parecen decididas a hacer el mal. ¿Qué se puede hacer en esos casos?
- A lo largo de la historia de la Iglesia algunos promovían la exclusión de todos los disidentes en el ámbito de la verdad o en el de los valores morales. ¿Es evangélico pensar y promover una comunidad reservada solamente a los perfectos?
- ¿Ante los que parecen decididos a ir por el camino del mal es preferible la exclusión o se debe hacer un discernimiento y promover el ejercicio del diálogo?
- ¿En los casos en los que se da esa difícil convivencia nos vemos representados por la imagen del trigo o de la cizaña? ¿Y a qué consecuencias nos lleva esa posible identificación?
- ¿Estamos decididos a aceptar que el juicio final sobre el trigo y la cizaña ha de ser reservado al Señor y dueño del sembrado?
- Conociendo mis defectos y aun mis pecados, ¿confío yo en la misericordia del Dios que me ha de juzgar en el día de la siega?
