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El Salvador se prepara para la beatificación de Rutilio Grande y Cosme Spessotto

Todo está ya listo en San Salvador para las beatificaciones de los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, y los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus. La ceremonia tiene lugar el 22 de enero frente a la catedral metropolitana, en la Plaza del Divino Salvador del Mundo de San Salvador, el mismo escenario que acogió la misa de canonización de monseñor Romero. Comenzará a las 17.00 horas y será presidida por el obispo auxiliar de la archidiócesis, cardenal Gregorio Rosa Chaves, que actuará como delegado pontificio. La Iglesia salvadoreña ha cursado invitaciones a los miembros del Gobierno, a los legisladores y a las autoridades de los demás poderes del Estado, así como al cuerpo diplomático acreditado en el país. La Conferencia Episcopal invitó en octubre a los fieles a prepararse espiritualmente para tan importante cita. En noviembre, los obispos convocaron una colecta para sufragar los gastos de la celebración. La cuestación tuvo lugar en todas las parroquias el domingo 12 diciembre.

Los nuevos beatos fueron asesinados en dos crímenes distintos en los años 1977 y 1980. En el primero, el 12 de marzo de 1977, encontraron la muerte el Padre Grande, de 49 años, jesuita, y los laicos Solórzano (72) y Lemus (15). Los tres fueron acribillados a tiros por los escuadrones de la muerte en una emboscada al vehículo en el que viajaban los tres. Los hechos ocurrieron cerca de la localidad de El Paisnal, a 38 kilómetros al norte de la capital, adonde se dirigían. Rutilio Grande fue el primer presbítero asesinado en El Salvador en la violencia previa a la guerra civil, una contienda que dejó 75.000 muertos y más de 8.000 desaparecidos entre los años 1980 y 1992. Lo mataron porque su labor pastoral «de tipo concientizador y profético», en palabras de la archidiócesis, no era bien vista por los poderosos, pues sus predicaciones despertaban «la conciencia de los campesinos». Amigo personal de monseñor Romero, su asesinato supuso un punto de inflexión en la «conversión» del arzobispo, asesinado también él tres años después mientras celebraba la Eucaristía en la capital. La Santa Sede reconoció que sus muertes se produjeron «por odio a la fe».

Spessotto: «Morir mártir sería una gracia que no merezco»

Cosme Spessotto, por su parte, fue asesinado el 14 de junio de 1980, menos de tres meses después que Romero. Estaba rezando en su iglesia y se disponía a celebrar la misa de la tarde, cuando los escuadrones de la muerte le dispararon frente al altar mayor. Fue enterrado en ese mismo templo, en el que llevaba 27 años de párroco.

El Padre Spessotto era franciscano. Había nacido en 1923 en Italia, en el seno de una familia de agricultores de diez hijos, llegando al país centroamericano en 1950. Era una cura muy cercano a la gente que denunciaba las injusticias y no se arredraba ante las amenazas. Cuando se generalizó la violencia, recogía los cadáveres abandonados en la cunetas y los enterraba sin hacer distinción de bandos. «A todos los he bautizado, todos son hijos de Dios», decía.

Consciente de que estaba también en la diana y de que la muerte le podía llegar en cualquier momento, redactó un «testamento espiritual». «Presiento que, de un momento a otro, personas fanáticas me pueden quitar la vida», decía en él. «Pido al Señor que en el momento oportuno me dé fortaleza para defender los derechos de Cristo y de la Iglesia. Morir mártir sería una gracia que no merezco. (…) De antemano perdono y pido al Señor la conversión de los autores de mi muerte. (…) Espero seguir ayudándoles desde el cielo».

Su muerte también ha sido reconocida como martirial, «por odio a la fe».



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