El Papa Francisco ha celebrado hoy la memoria de San Juan Pablo II, con motivo del centenario de su nacimiento. Por este motivo, ha celebrado la Eucaristía matutina en el altar lateral de la basílica de San Pedro, donde se custodian los restos mortales del Papa santo, y que a partir de hoy queda de nuevo abierta al público.
Francisco ha dedicado su homilía a la figura de San Juan Pablo II, y ha señalado que «una muestra del amor del Señor por su pueblo es que hace 100 años envió a un pastor para que guiara a su Iglesia». Y ha recordado que tres de los rasgos característicos que lo hicieron un buen pastor fueron «la oración, la cercanía al pueblo y el amor por la justicia».
«Era un hombre de Dios que oraba mucho. Pero, ¿cómo es posible que un hombre que tenía tanto trabajo para conducir a la iglesia tuviera tanto tiempo de oración? Él sabía bien que el primer deber de un obispo es la oración, y esto no lo ha dicho el Concilio Vaticano II, sino que lo dijo San Pedro. Nuestro primer trabajo como obispos es la oración y él lo sabía, y lo hacía. Era un modelo de obispo. Nos enseñó que cuando un obispo hace examen de conciencia cada noche debe preguntarse: ¿cuánto he rezado hoy?».
En segundo lugar, el Pontífice ha explicado que San Juan Pablo II «era un hombre de cercanía. No era un hombre separado del pueblo, sino todo lo contrario; se encontraba con todo el pueblo y por eso viajó por todo el mundo buscando a su pueblo, haciéndose cercano. Y la cercanía es una de las señales de Dios con su pueblo».
Y por último, Francisco ha indicado que el tercer rasgo característico del difunto Papa era su amor por la justicia. El Pontífice ha señalado que San Juan Pablo II era un hombre que «sentía amor por la justicia completa: la justicia social, la justicia del pueblo, la justicia que se lleva a las guerras, por eso él era el hombre de la misericordia, porque misericordia y justicia siempre van juntas. No se pueden distinguir. Justicia es justicia. Misericordia es misericordia, pero no se encuentra la una sin la otra». «Pensemos cuánto hizo San Juan Pablo II para que la gente entendiera la misericordia. Él había sentido que la justicia divina tenia este rostro de misericordia. Este es un don que él nos ha dejado: la justicia es misericordiosa y la misericordia justa».
Para finalizar ha pedido «orémosle hoy a él, para que nos dé a todos, especialmente a los pastores de la Iglesia, la gracia de la oración, la gracia de la cercanía y la gracia de la justicia misericordiosa y de la misericordia justa».
