Recuperar la dignidad
«Ya es hora de que los pobres vuelvan a tener la palabra, porque durante demasiado tiempo sus demandas no han sido escuchadas», ha dicho el Papa.
Es hora de que abran los ojos para ver el estado de desigualdad en el que viven tantas familias. «Es hora de arremangarse para recuperar la dignidad creando puestos de trabajo. Es hora de volver a escandalizarse ante la realidad de los niños hambrientos, esclavizados, náufragos, víctimas inocentes de todo tipo de violencia. Es hora de que la violencia contra las mujeres se detenga y de que se las respete y no se las trate como mercancías. Es hora de romper el círculo de la indiferencia y descubrir de nuevo la belleza del encuentro y del diálogo».
Un llamamiento al mundo
Es este el llamamiento que ha pedido el Papa al mundo, «que se movilice esta solidaridad, que no deja de clamar el Santo Padre, sobre todo hacia los más necesitados»
Además, ha resltado la importancia del encuentro: «Encontrarse es lo primero, es ir hacia el otro con el corazón abierto y la mano tendida. Porque cada uno de “nosotros necesita al otro, e incluso la debilidad, si la experimentamos juntos, puede convertirse en una fuerza que mejore el mundo. Es hora de reunirse. Es el momento del encuentro. Si la humanidad, si los hombres y las mujeres no aprendemos a encontrarnos, nos dirigimos a un final muy triste».
Resistir
Escuchando los testimonios de algunos de ellos, el Papa ha agradecido la sinceridad con la que compartieron sus vidas con los demás. Han abierto «sus corazones con el deseo de ser comprendidos».
Testimonios que han entrado en el corazón del Papa Francisco, «como la esperanza, porque la vida no siempre ha sido amable con ellos… y a menudo les ha mostrado una cara cruel: la marginación, el sufrimiento de la enfermedad y la soledad».
Acoger
Repasando la historia del Santo de los pobres, el Pontífice ha destacado que, en la Porciúncula, desde donde se llevó a cabo el encuentro, San Francisco acogió a Santa Clara, a los primeros frailes y a muchos pobres que acudían a él. Con sencillez, dijo, los recibió como hermanos y hermanas, compartiendo todo con ellos.
La acogida al otro es «la expresión más evangélica que estamos llamados a hacer nuestra». Acoger es «abrir la puerta, la de la casa y la del corazón, y dejar entrar a los que llaman. Y que se sientan a gusto, no asombrados. Donde hay un verdadero sentido de la fraternidad, hay también la experiencia sincera de la acogida». «Compartir una sonrisa con alguien necesitado es bueno para ambos, para mí y para el otro. La sonrisa como expresión de simpatía, de ternura”. La sonrisa te involucra, manifestó, después, no podrás distanciarte de la persona a la que has sonreído».
