A los dos días de la apertura del Año Sacerdotal 2009-2010, contextualizado en el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Bautista Vianney, el Santo Cura de Ars, el Papa Benedicto XVI viajó hasta la pequeña localidad italiana de San Giovanni Rotondo, a rendir un sentido y multitudinario homenaje a otro de los más extraordinarios sacerdotes de toda la historia de la Iglesia: el fraile capuchino y presbítero San Pío de Pietrelcina (1887-1968), quizás el santo contemporáneo más popular de Italia.
Llamado fraile de los estigmas, crucificado de Gárgano, sacerdote de oración y de penitencia, confesor y director espiritual de primera magnitud, el capuchino Pío de Pietrelcina presenta además grandes paralelismos con el Santo Cura Ars, y se convierte, de este modo, en otro ejemplo admirable, en otra referencia inexcusable para iluminar y guiar el Año Sacerdotal recién inaugurado.
El Padre Pío es de todos
En el seno de una humilde familia de labriegos y emigrantes, el 23 de mayo de 1887 nació en la pequeña localidad de Pietrelcina, en la región italiana de la Campania, Francesco Forgione, quien quince años después se hará fraile capuchino y recibirá el nombre de Pío de Pietrelcina.
El 10 de agosto de 1910 fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento. Tras ser destinado en distintos y pequeños conventos de su Orden de la provincia de Foggia, en 1916 recala en el santuario de Santa María de las Gracias, en la falda del monte Gárgano. El 20 de septiembre de 1918 se hacen visiblemente en su cuerpo –costado izquierdo, pies y manos- los estigmas de la cruz de Cristo, que le producían grandísimos dolores físicos y morales y una enorme contradicción y popularidad. Los estigmas le acompañarán hasta un día de su muerte, en la madrugada del 23 de septiembre de 1968. De modo misterioso, de nuevo, desaparecieron horas antes de morir.
Su ministerio sacerdotal consistió en la dirección espiritual –en persona o a través de cartas-, en la administración del sacramento de la Confesión –llegaban hasta San Giovanni Rotondo cientos de penitentes que hacían largas colas para poder confesarse-, en la promoción de la caridad a través, sobre todo, del Hospital por él fundado “Casa Alivio del Sufrimiento” y en el apostolado de la oración, fundando los llamados grupos de oración del Padre Pío. Asimismo su sacerdocio se realizó, de modo eminente, a través del sufrimiento –en varias ocasiones fue suspendido temporalmente del ejercicio público del ministerio ante la fama y la contradicción aparente de sus estigmas- y de la piedad mariana.
Rodeado de la admiración de millones de fieles y en olor de santidad falleció el 23 de septiembre de 1968. Su santuario en San Giovanni Rotondo, ya hasta entonces muy visitado, se ha convertido con el paso de los años en uno de los lugares más visitados de la cristiandad. Hasta allí acuden cada año varios millones de fieles.
Y hasta San Giovanni Rotondo, peregrino entre peregrinos, acaba de acudir el Papa Benedicto XVI. Ha sido el domingo 21 de junio. Con la ayuda del Vatican Information Service (VIS), reconstruimos la crónica de esta peregrinación.
En el remoto sur de Italia
El Santo Padre partió a las ocho y media de la mañana del domingo 21 de junio el aeropuerto romano de Ciampino -y no en helicóptero, como estaba inicialmente previsto, debido a las inclemencias del tiempo- y aterrizó en la base militar de Amendola (Foggia). Desde allí se trasladó en automóvil a San Giovanni Rotondo, en el sur de Italia, donde fue acogido por las autoridades políticas, civiles y eclesiásticas.
A continuación, se dirigió al santuario de Santa Maria de las Gracias, donde transcurrió la gran parte de la vida del Padre Pío, más de medio siglo. Allí le esperaba el ministro general de los Frailes Menores Franciscanos Capuchinos, el fraile suizo Mauro Jöhri, acompañado de otros religiosos de la misma orden. Tras la adoración al Santísimo Sacramento, el Papa visitó la celda del convento en la que vivió y murió el Padre Pío de Pietrelcina, y bajó a la cripta del santuario para venerar los restos mortales del santo, expuesto visiblemente a la veneración de los fieles desde abril del año pasado.
“Guiar a las almas y aliviar su sufrimiento”
A las 10:30 horas, Benedicto XVI celebró la Santa Misa en el exterior de la Iglesia de San Pío de Pietrelcina. Hablando de San Pío, el Papa dijo que “prolongó la obra de Cristo: anunciar el Evangelio, perdonar los pecados y curar a los enfermos en el cuerpo y en el espíritu”. Al hilo de la liturgia de la Palabra del domingo XII del tiempo ordinario, el Papa se refirió a “las “tempestades” más grandes que amenazaban al santo como eran los asaltos del diablo, de los cuales se defendió con la “armadura de Dios”, con “el escudo de la fe” y “la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”. Al permanecer unido a Jesús, siempre tuvo en cuenta la profundidad del drama humano, y por eso se ofreció y ofreció sus numerosos sufrimientos, y supo consumirse en el cuidado y alivio de los enfermos, signo privilegiado de la misericordia de Dios. “Guiar a las almas y aliviar el sufrimiento: así se puede resumir la misión de San Pío de Pietrelcina”.
Tras poner de relieve que la herencia que ha dejado a sus hijos espirituales es la santidad, el Santo Padre subrayó que “su primera preocupación, su ansia sacerdotal y paterna era siempre que las personas regresaran a Dios, que pudieran experimentar su misericordia y, una vez renovadas interiormente, redescubriesen la belleza y la alegría de ser cristianos, de vivir en comunión con Jesús, de pertenecer a su Iglesia y practicar el Evangelio”.
La oración para combatir
los riesgos del activismo y del secularismo
Seguidamente calificó la vida de oración del llamado crucificado del Gargano como el verdadero motor y hontanar de su existencia y ministerio. “Ante todo la oración… Sus jornadas eran un rosario vivido, es decir, una continua meditación y asimilación de los misterios de Cristo en unión espiritual con la Virgen María. Se explica así la singular presencia en él de dones sobrenaturales y de sentido práctico humano. Y todo tenía su cumbre en la celebración de la santa misa…De la oración, como de una fuente siempre viva, brotaba la caridad. El amor que llevaba en el corazón y transmitía a los demás estaba lleno de ternura, siempre atento a las situaciones reales de las personas y de las familias. Sostenía que especialmente los enfermos y los que sufrían eran los predilectos del Corazón de Cristo, y gracias a ello surgió el proyecto de una gran obra dedicada al “alivio del sufrimiento”. No se puede entender ni interpretar adecuadamente esta institución si se la separa de su fuente inspiradora, que es la caridad evangélica, animada a su vez por la oración”.
Benedicto XVI llamó la atención frente a “los riesgos del activismo y la secularización, que están siempre presentes”. “Muchos de vosotros, religiosos, religiosas y laicos -dijo-, estáis tan absorbidos por miles de tareas que conlleva el servicio a los peregrinos o a los enfermos del hospital que corréis el riesgo de descuidar lo que es verdaderamente necesario: escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios. Cuando os deis cuenta de que corréis este riesgo, mirad a Padre Pío, su ejemplo, sus sufrimientos; e invocad su intercesión, para que os alcance del Señor la luz y la fuerza que necesitáis para continuar su misma misión empapada de amor por Dios y de caridad fraterna”.
La cruz de Cristo ilumina el misterio del dolor
Benedicto XVI se encontró a las 16:45 horas con los enfermos y el personal de la “Casa Sollievo della Sofferenza” (Casa Alivio del Sufrimiento), el hospital que fundó Padre Pío en 1956 y que actualmente cuenta con más de 1.000 camas.
Hablando de la enfermedad, el Papa explicó que “se manifiesta en muchas formas y golpea de maneras diferentes, suscita preguntas inquietantes: ¿por qué sufrimos? ¿Puede considerarse positiva la experiencia del dolor? ¿Quién nos puede liberar del sufrimiento y de la muerte? Interrogantes existenciales, que la mayoría de las veces no encuentran una respuesta humana, dado que el sufrimiento constituye un enigma inescrutable para la razón”.
Tras poner de relieve que “el sufrimiento forma parte del misterio mismo de la persona humana”, el Santo Padre observó que “ciertamente debemos hacer todo lo posible para que disminuya el sufrimiento, pero eliminarlo del mundo por completo no está en nuestras manos, simplemente porque ninguno de nosotros es capaz de eliminar el poder del mal, fuente continua de sufrimiento”.
“El único que puede eliminar el poder del mal es Dios”, aseguró. “Precisamente por el hecho de que Jesús vino al mundo para revelarnos el designio divino de nuestra salvación, la fe nos ayuda a penetrar en el sentido de todo lo humano y por tanto también del sufrimiento. Existe por tanto, una íntima relación entre la Cruz de Jesús, símbolo del dolor supremo y precio de nuestra verdadera libertad, y nuestro dolor, que se transforma y se enaltece cuando se vive con la conciencia de la cercanía y de la solidaridad de Dios”.
Ciudad de la caridad, vivero de fe, foco de amor
Benedicto XVI afirmó que “Padre Pío intuyó esta profunda verdad en el primer aniversario de la inauguración de este hospital, cuando dijo que, en él, “quien sufre debe vivir el amor de Dios por medio de la sabia aceptación de sus dolores, de la serena meditación de su destino”.
“El Señor -concluyó el Papa- os ayude a realizar el proyecto iniciado por Padre Pío, con la ayuda de todos: desde los médicos e investigadores científicos, a los agentes sanitarios y colaboradores de los diferentes repartos, voluntarios, benefactores, capuchinos y otros sacerdotes. Sin olvidar los grupos de oración, que “junto a la “Casa del Sollievo”, son la vanguardia de esta pequeña ciudad de la caridad, viveros de fe, focos de amor”.
El sacramento de la Confesión
A las 17:30 horas, el Santo Padre se encontró en la nueva y espectacular iglesia de San Pío de Pietrelcina con los sacerdotes, religiosos y religiosas y jóvenes acudidos a San Giovanni Rotondo. Después de una breve plegaria de adoración en la capilla del Santísimo Sacramento, Benedicto XVI dirigió unas palabras a los presentes.
Hablando en particular a los sacerdotes recordó la celebración del Año Sacerdotal dedicado a San Juan María Vianney, y afirmó que si el Santo Cura de Ars, “en una época atormentada y difícil, hizo todo lo posible para que sus parroquianos redescubrieran el significado y la belleza de la penitencia sacramental, para el santo fraile del Gargano (San Pío de Pietrelcina) el cuidado de las almas y la conversión de los pecadores fueron un anhelo que lo consumió hasta su muerte”. “¡Cuántas personas han cambiado de vida gracias a su paciente ministerio sacerdotal!”, exclamó el Papa. “¡Cuántas largas horas transcurría en el confesionario!
Y en este contexto, podio revolarizar todavía más el sacramento de la Penitencia y que los sacerdotes no tendrían que resignarse nunca a ver sus confesionarios desiertos, ni limitarse a constatar el despego de los fieles por esta extraordinaria fuente de serenidad y de paz.
Nuevos canales para la misma Agua Viva
Entre las enseñanzas de la vida de Padre Pío, el Pontífice resaltó, de nuevo, “el valor y necesidad de la oración, un punto fundamental no solo para la espiritualidad del sacerdote, de cualquier cristiano y todavía más para los religiosos y religiosas, elegidos para seguir aún más de cerca a Cristo mediante la práctica de los votos de pobreza, castidad y obediencia”.
“A veces –reconoció- podemos desanimarnos por la debilitación e incluso por el abandono de la fe que se registra en nuestras sociedades secularizadas. Seguramente hay que trabajar para encontrar nuevos canales para comunicar la verdad evangélica a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero ya que el contenido esencial del anuncio cristiano es siempre el mismo, es necesario volver a su fuente original, a Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y siempre”.
Con los jóvenes y regreso a Roma
Por último, Benedicto XVI se dirigió a los numerosos jóvenes presentes: “Conozco los problemas que os angustian y que pueden sofocar el entusiasmo propio de vuestra juventud. Entre ellos, en particular, cito el fenómeno del desempleo que afecta de forma dramática a tantos chicos y chicas del sur de Italia. ¡No os desaniméis! Sed jóvenes de “gran corazón”… La Iglesia no os abandona. No abandonéis vosotros a la Iglesia. Vuestra aportación es necesaria para construir comunidades cristianas vivas y sociedades más justas y abiertas a la esperanza”.
Finalizado el encuentro el Papa bajó a la iglesia inferior, donde efectuó una visita privada e inauguró una exposición de mosaicos. A continuación se trasladó en automóvil a la base militar de Amendola, desde donde emprendió el regreso a Roma en avión. Posteriormente, un helicóptero le llevó desde Ciampino al Vaticano, donde llegó a las 20:15 horas.
Benedicto XVI ha sido el segundo Papa de la historia en visitar San Giovanni Rotondo. Su antecesor, Juan Pablo II, era también un gran devoto del Padre Pío, a quien conoció cuando estudiaba en Roma y con quien se escribió en distintas ocasiones. Juan Pablo II beatificó al Padre Pío el 2 de mayo de 1999 y lo canonizó el 16 de junio de 2002, en ambas ocasiones, en olor de multitudes. Antes, el 23 de mayo de 1987, visitó el Santuario del Padre Pío.
Escrito por Jesús de las Heras Muela – Director de Ecclesia y Ecclesia Digital

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