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Saiz-Meneses
España

El obispo de Terrassa, Josep-Ángel Saiz Meneses, dedica su carta semanal del domingo 12 de agosto a glosar el misterio de la fiesta de la Asunción de María

El miércoles 15 celebra la Iglesia la más popular de las fiestas marianas del año: la Asunción de la Virgen María al cielo, popularmente conocida como “la Virgen de agosto”. En medio del verano, cuando la dispersión humana por causa de las  vacaciones es mayor, y cuando muchas personas retornan a las localidades de sus orígenes, las comunidades cristianas se reúnen para celebrar esta fiesta. En muchos lugares, además, este día coincide con la fiesta mayor.

En este día celebramos la entrada de María en la gloria del cielo. Y con una singularidad que fue definida como dogma de fe el año 1950 por el Papa Pío XII: Santa María comparte ya, en cuerpo y alma, la vida de su Hijo Jesús, la vida de la resurrección; aquella vida que todos esperamos vivir un día también plenamente y para siempre. Esta fiesta es, por tanto un gran motivo de esperanza para todo el pueblo cristiano. María nos precede y nos conduce a Cristo. Lo que en ella es realidad, por gracia de Cristo, es promesa y anuncio para todo el pueblo de Dios, para toda la humanidad salvada por él.

Este año, cuando nos preparamos para celebrar, por indicación del Papa, el Año de la Fe, que comenzará el próximo 11 de octubre,  me parece especialmente oportuno recordar a María como modelo de creyente, como modelo de fe. La fe es un don de Dios que nos invita a participar de su misma vida divina. Supone la adhesión de toda la persona a la manifestación que Dios hace de sí mismo, una relación personal con Cristo.  Mediante la fe, estamos arraigados en Cristo, fundamentos en él  y respondemos a la llamada de Dios, con confianza, escuchando su Palabra y poniéndola en práctica. Y la fe se hace más profunda y madura, se consolida y crece a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, a medida que se pone a Cristo en el centro de la vida.

La Virgen María es modelo de esta fe. Por esto, Benedicto XVI, en su carta apostólica sobre el próximo Año de la Fe, nos invita durante todo este tiempo a “tener la mirada fija en Jesucristo”. E inmediatamente después, en una larga y bella lista de testigos de la fe, menciona a la Madre de Jesús, subrayando que la fe fue el principio que orientó toda su vida y que le mereció el elogio de su prima Isabel: “Bienaventurada tú que has creído que se cumplirían las cosas que te fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1, 45).

En efecto, por la fe María acogió la palabra del Ángel en la Anunciación y creyó en el anuncio que sería la Madre de Dios en la obediencia de su donación (cf. Lc 1,38). En la visita a Zacarías e Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en los que se encomiendan a él. Con gozo y temblor dio a luz a su único Hijo manteniendo intacta la virginidad. Con la confianza puesta en su esposo José –añade el Papa- llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes. Con la misma fe, siguió a Jesús en la predicación y permaneció junto a él hasta el Calvario. También con fe, se alegró de la resurrección de su Hijo y, guardando todos los recuerdos en su corazón, los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo.

La Asunción en cuerpo y alma a la gloria del cielo es la culminación de este itinerario de fe de María, un camino que todos estamos llamados a recorrer en las circunstancias de la vida de cada cual. Y siempre con su maternal intercesión. Deseo una buena fiesta a todos y a todas, en especial a las mujeres que llevan el nombre de María.

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa



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