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El legado espiritual de Santa Clara, por Casimiro López Llorente, obispo de Segorbe-Castellón

Queridos diocesanos: Desde abril del pasado año hasta el once agosto del presente, estamos celebrando el VIII Centenario de la Fundación de las Hermanas Pobres de Santa Clara, las Hermanas Clarisas. Todo empezó en la madrugada del lunes santo de 1211, cuando la joven Clara de Asís, perteneciente a una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó a Santa María de la Porciúncula; allí la esperaban san Francisco y sus primeros compañeros para consagrarla al Señor.

Mons. Casimiro López
Mons. Casimiro López

Tenía apenas 18 años y acababa de rechazar a dos pretendientes al matrimonio. Más tarde se le unieron su hermana Catalina (sor Inés, santa como ella) y otras jóvenes. Juntas se trasladaron, meses después, a la iglesia de San Damián, restaurada por San Francisco tres años antes.

Las Hermanas Clarisas cuentan con una presencia significativa en nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón con Monasterios en Almazora, Onda, La Vall d’Uxó y Villarreal, que hacen hoy presente entre nosotros el legado espiritual de Clara de Asís.

El proyecto y forma de vida espiritual de santa Clara es el seguimiento Cristo, en su pobreza y humildad, en el seno de la familia franciscana y en comunión con la Iglesia. La originalidad de las Hermanas Pobres se caracteriza por llevar a cabo la vida franciscana viviendo en comunidad monástica y fraterna, marcada por la acogida, el silencio y la oración, a ejemplo de María, la Virgen creyente, mujer y madre. La hondura de la expe­riencia espiritual y mística de santa Clara encuentra su clave en la con­templación de Jesucristo pobre y humilde y en el segui­miento alegre e incondicional de sus huellas y pobreza con un verdadero amor esponsal.

Pobre y humilde, Clara es también una mujer de intensa oración: una oración contemplativa, basada en la escucha de la Palabra de Dios, a la que ella concede un protago­nismo excepcional en su experiencia religiosa. Nada, ni tan siquiera la belleza en el canto de la Liturgia de las Horas, puede obstaculizar la escucha atenta de la Palabra de Dios.  Clara es también una mujer de la penitencia, en un con­texto en el que hay una verdadera “cultura de la penitencia” y de la ascesis, aunque para ella, la primera y principal forma de penitencia de las hermanas es la radicalidad de forma de vida y pobreza. La penitencia brota para ella del amor a Cristo y es, sobre todo, una dimensión del segui­miento de su pobreza y humildad, del compartir sus sufri­mientos y su cruz; esto la mantuvo lejos de todo perfeccionismo ascético y de todo desprecio de lo material. Clara es además una mujer de exquisita y tierna caridad, cargada de afecto para con sus hermanas. Como verdadera seguidora de Francisco, Clara vive la verdadera alegría en medio de la pobreza: es la alegría que brota de la identificación afectiva y efectiva con Cristo pobre y humilde en Belén y en la cruz; en una palabra, es la alegría de las bienaventuran­zas.

Clara de Asís es una llamada permanente a vivir el Evangé­lico con radicalidad, alegría y sencillez; su fraternidad nos urge a recrear los modelos de vida eclesiales y socia­les, impregnados de un verdadero espíritu fraterno; su mismo signo profético de la clau­sura es una llamada al cristiano de hoy a centrarse en Dios y en Cristo; y su altísima pobreza nos habla del primado de Dios y de la comunión fraterna y solidaridad con la humanidad doliente y desgarrada por la pobreza y la marginación.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón



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