El 18 de octubre se celebra el Día Europeo contra la Trata de Personas. Por este motivo, la red eclesial «Tejiendo redes contra la Trata» (CONFER, Cáritas Española, Justicia y Paz y el Departamento de Trata de Personas de la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana), ha organizado para el 19 de octubre a las 18.00 horas un seminario web con el título «El impacto del COVID-19 en las víctimas de Trata». El propósito de este seminario es mostrar una visión global de cómo ha afectado y está afectando la pandemia al problema de la Trata en su conjunto. La ponencia correrá a cargo de Francesca Donà, responsable del área de Trata de Personas en la Sección Migrantes y Refugiados del Vaticano. Tras su intervención, tendrá lugar una mesa redonda que nos aproximará a las nuevas pobrezas que ha generado la pandemia y las medidas de cuarentena y confinamiento adoptadas para su control, así como a las consecuencias que esto ha tenido sobre las personas víctimas de la Trata con fines de explotación sexual y laboral en España. Para ello contaremos con la presencia y experiencia de proyectos de las hermanas Oblatas del Santísimo Redentor y religiosas Adoratrices.
Tal y como refleja un informe reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la pandemia ha agravado y puesto en primer plano las desigualdades económicas y sociales sistémicas que se encuentran entre las causas subyacentes de la Trata de personas. A nivel global y también local, la disminución y el freno de la actividad económica ha supuesto un incremento considerable del desempleo, que ha afectado de forma significativa a aquellos trabajadores y trabajadoras empleados en sectores informales, con bajos niveles salariales y con precarias condiciones laborales en general, provocando un aumento considerable de situaciones de vulnerabilidad y exclusión. ¿Se trata en realidad de nuevas pobrezas? De nuevas tienen muy poco, lo único novedoso son las causas que lo han provocado. Pero la cuestión no es si se trata o no de novedad, sino de la especial situación de vulnerabilidad que comienzan a vivir muchas personas en el mundo y que tiene como consecuencia un mayor riesgo de ser explotadas, fruto de la necesidad urgente de un empleo que les permita subsistir y salir adelante. Por supuesto que todo ello supone para las redes delictivas una la posibilidad de que el «negocio» de la Trata de Personas siga expandiéndose y siendo cada vez más rentable, adaptando sus modelos de captación y explotación a esta «nueva normalidad» que nos toca vivir. En este contexto y poniendo la atención en nuestro país, hemos de tomar conciencia de que las personas migrantes irregulares y los trabajadores temporales se enfrentan en general a condiciones laborales y de vida más precarias, dando lugar a una mayor vulnerabilidad ante estas redes criminales.
La Trata de Personas consiste en la captación, el traslado y recepción de personas con el fin de explotarlas de formas diversas. Diferentes son las formas de captación, pero lo que es común a la mayoría de las víctimas es el hecho de encontrarse en una situación de vulnerabilidad. Diversas son también las causas que sostienen este «crimen contra la humanidad», así calificado por el Papa Francisco. Esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea y en el cuerpo de Cristo», se sostiene y mantiene gracias a la intervención de muchos actores y cómplices. Es un problema global que se nutre fundamentalmente de personas procedentes de países generalmente más pobres y desfavorecidos, y que tiene como destino el primer mundo desarrollado. La Trata de Personas consiste en un comercio con personas, una compra-venta de seres humanos y de «servicios», una actividad que reduce al ser humano a objeto de lucro, daña su dignidad y viola sus derechos fundamentales. Una nueva forma de esclavitud en pleno siglo XXI y un sistema que se sustenta a través de la explotación sexual, laboral, la mendicidad, comisión de delitos, matrimonios forzados, tráficos de órganos, etc.
España es uno de esos países receptores donde se explota a personas. Las cifras conocidas muestran que la mayoría de las víctimas de la Trata son mujeres y niñas, y muchas son objeto de la Trata para fines de explotación sexual. La explotación laboral es también relevante, teniendo como víctimas en su mayoría a hombres.
Entidades de Iglesia y congregaciones religiosas tienen como carisma esta atención y acompañamiento a mujeres que son víctimas de la explotación. A pesar de todo creo que debemos ir todavía más allá, porque si queremos terminar con este «flagelo», hemos de conocer las causas y trabajar sobre ellas, así como incidir en la prevención. El Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, n. 211 nos pregunta y nos envía un mensaje muy claro: «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el gripo de Dios preguntándonos a todos: ¿Dónde está tu hermano? (Gén 4, 9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? (…) Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos!». La Trata de Personas, por lo tanto, es un problema de todos. Muchas son las personas y entidades del ámbito de Iglesia que día a día acogen y acompañan a quienes padecen esta sangrante situación, y más concretamente en estos momentos tan complicados para todos.
La pandemia que estamos padeciendo y las medidas de cuarentena y confinamiento tomadas para detener la propagación del virus han tenido serios efectos sobre la población en general. En el caso de las víctimas de la Trata, la situación de vulnerabilidad es aún mayor, entre otras cosas por la propia actividad que se realiza. También porque no disponen de los medios y condiciones adecuadas, no pueden protegerse del contagio y tienen más dificultades para el acceso a los servicios de salud públicos para su tratamiento y recuperación.
En el caso de la explotación sexual, el cierre de clubes y el cese de la actividad en las calles ha llevado a muchas mujeres a situaciones de extrema precariedad, abandonadas prácticamente a su propia suerte. Por otra parte, la explotación sexual se ha seguido realizando en el ámbito privado, concretamente en pisos, donde la invisibilidad dificulta las posibilidades de acercamiento y detección, reforzando el aislamiento de las víctimas y propiciando un mayor riesgo de contagio.
Muchas mujeres han vivido el confinamiento en los pisos y en los clubes donde ejercían la prostitución. El no poder ejercer y generar ingresos no les ha eximido de la deuda impuesta por sus explotadores, sino que, por el contrario, ha seguido incrementándose al tener que asumir sus costes de estancia y manutención.
Supervivientes de la Trata que habían conseguido un puesto de trabajo tras un proceso de recuperación, formación e inserción laboral, como en el cuidado de mayores, lo han perdido. Desde las entidades y proyectos se les ha estado ayudando con soporte económico para pagar alquileres, suministros, alimentos y bienes de primera necesidad. También se ha realizado un acompañamiento psicosocial y jurídico continuo, vía telefónica y online. Seguimos sanando heridas, ayudando a levantarse a quienes han caído, e implicados por la dignidad y la libertad de todo ser humano.
María Francisca Sánchez Vara
Directora del Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana
@PMigraciones
